En Yom Hashoá, la memoria del Holocausto se convierte en un acto de resistencia activa. Desde la mirada de una joven judía chilena, este día interpela no solo al pasado, sino al presente: frente al odio y la indiferencia, la historia exige voz, acción y compromiso. Crédito foto: Leonardo Carreño

 Cada año, al llegar Yom Hashoá, las sirenas en Israel nos recuerdan lo impensable. Nos detenemos, incluso por un minuto, a honrar a los seis millones de judíos asesinados por el nazismo. Pero más allá del silencio, está nuestra voz: la de quienes no dejamos que la memoria se desvanezca, la de quienes alzamos la historia como bandera frente al olvido, al negacionismo y al odio que aún hoy nos amenaza.

Como joven judía chilena y activista en la lucha contra el antisemitismo y toda forma de discriminación, siento este día no solo como un homenaje, sino como un compromiso. No con el pasado solamente, sino con el presente y el futuro. Porque el Holocausto no comenzó con las cámaras de gas: comenzó con palabras. Con discursos de odio, con estigmatización, con deshumanización. Y si algo nos enseña la historia, es que el silencio frente al odio nunca es neutral. Es cómplice.

Este año, la conmemoración de Yom Hashoá adquiere una dimensión aún más dolorosa. No solo recordamos a quienes fueron exterminados hace más de 80 años, sino que lo hacemos con la herida abierta del 7 de octubre de 2023. Ese día, más de 1.200 israelíes fueron brutalmente asesinados por la organización terrorista Hamás, cientos fueron heridos y más de 250 personas —niños, mujeres, hombres y ancianos— fueron secuestradas y llevadas a Gaza. Todavía 59 personas siguen allí, en condiciones inhumanas, mientras el mundo parece mirar hacia otro lado. ¿Cómo no vincular esa indiferencia con la historia que se repite?

Yom Hashoá también recuerda el Levantamiento del Gueto de Varsovia, una de las expresiones más potentes de liderazgo, dignidad y resistencia judía. Jóvenes como yo, pero en otro tiempo y contexto, decidieron que no se quedarían de brazos cruzados. Sabían que estaban condenados, pero eligieron luchar. Mordejai Anielewicz y tantos otros lideraron una rebelión sin chances de victoria militar, pero con una convicción moral inquebrantable. Fue una declaración al mundo: “No seremos víctimas pasivas”.

Recordar no es un acto pasivo. La memoria es acción. Es educación. Es responsabilidad. Nosotros, la juventud judía, heredamos la misión: seguir contando, seguir resistiendo, seguir construyendo puentes frente a quienes quieren levantar muros.

Cómo juventud, tenemos una doble responsabilidad: prepararnos para liderar el futuro, sí, pero también actuar en el presente. No podemos esperar que el tiempo pase para comprometernos con la justicia, la memoria y la verdad. Nuestro rol es ser voz, conciencia y acción hoy. Somos la generación que tiene las herramientas, el conocimiento y la fuerza para enfrentar la intolerancia y transformar la realidad. Alzarnos contra el antisemitismo y cualquier forma de discriminación no es solo un deber con nuestra historia, sino con nuestra sociedad. No se trata solo de recordar, sino de hacer que el recuerdo impulse cambios concretos, aquí y ahora.

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Yom Hashoá: memoria, resistencia y el deber de no olvidar

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