Elsa Koditschek vivía en una zona opulenta de Viena, cerca de las faldas de los Alpes, cuando los nazis que habían anexado Austria requisaron su hogar, en 1940. Un oficial alemán, líder de un escuadrón de la SS, se mudó al hogar de Koditschek. A Koditschek, quien era judía, inicialmente se le permitió permanecer en la casa, en un apartamento del piso superior; se convirtió en inquilina dentro de su propio hogar durante casi un año, hasta que llegó una orden de deportación que la sentenciaba a un lóbrego e incierto futuro en un gueto polaco. En lugar de acatar la orden, huyó y dejó atrás las posesiones que había acumulado durante su vida, entre las que estaba la única obra de arte importante que había comprado, un paisaje pintado por Egon Schiele.
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