Finalizando con las exposiciones de los legisladores que hicieron uso de la palabra en la sesión especial de la Comisión Permanente del Poder Legislativo, en ocasión del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, el 27 de enero pasado, publicamos hoy las expresiones del Senador Germán Coutinho del Partido Colorado.
SEÑOR COUTINHO.- Gracias, señora presidenta.
En mi caso también adhiero al saludo a la vicepresidenta de la república y presidenta de la Asamblea General.
Asimismo, saludo al director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Isaac Alfie; al vicecanciller de la república, Nicolás Albertoni; al director del Banco República, Max Sapolinski; al señor embajador, y a todos los que nos visitan hoy. Vaya nuestro saludo en este día y, a través de nuestras palabras, la adhesión de quienes sentimos esto como la representatividad genuina de más gente; me refiero a la adhesión del partido que represento en este ámbito –el Partido Colorado–, en un día tan importante.
En el contexto de este reconocimiento y de este recuerdo, también queremos hacer nuestras las palabras de todos quienes han hablado en esta jornada.
En lo personal, debo decir que también se trata de un día especial, quizás por ser del interior o tal vez porque en los últimos años de este siglo, por diferentes aspectos, mi partido no ha tenido la representatividad mayoritaria a la que nos tenía acostumbrados a lo largo de la historia. A pesar de que ya llevamos varios años en este recinto, no habíamos tenido la oportunidad de participar de un día como el de hoy.
Por lo tanto, lo primero que quiero transmitir al manifestar mi adhesión es el orgullo de esta República Oriental del Uruguay. Ya varios han manifestado la forma en que nos fuimos reconociendo, planteando y siendo parte de todos los organismos internacionales, pero también cabe destacar que este Uruguay, que tiene a la señora legisladora Della Ventura –que pertenece a la oposición– presidiendo esta sesión y a nosotros –que pertenecemos a diferentes partidos de la coalición– escuchando el desarrollo de los temas planteados por cada uno de los compatriotas –hemos escuchado lo que transmitían los señores legisladores Martínez, Reyes, Cal y Bianchi–, me genera orgullo y emoción por formar parte de esta conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.
Voy a ser breve, pero contundente al referirme al tema. Advierto que no es mi deseo hacer un discurso protocolar y tampoco sé hasta dónde pueda ser políticamente correcto. Solo pretendo brindar una opinión sincera y sentida sobre los hechos ocurridos hace ochenta años en gran parte de la Europa nazi. Más allá de los hechos por todos conocidos, me quiero referir a las consecuencias que de diversas maneras vivimos hasta estos días.
Señora presidenta: soy parte de la conmemoración internacional sobre semejante hecho que sufrió la colectividad judía y hoy es un día que merece reflexión. Soy un hombre de una generación que ciertamente sabe lo que pasó en la década de los cuarenta del siglo pasado; sé de la dimensión, de la gravedad de los hechos y de la violencia sufrida en las calles del Tercer Reich. Me refiero a la tortura, a la muerte en los campos de concentración.
Quiero decir de frente que nunca tanto como en este caso me adhiero a Memoria, Verdad y Justicia. Como tenemos conocimiento y memoria, sabemos de la verdad ocurrida, por lo tanto, reclamamos la justicia correspondiente a los criminales nazis y sus colaboradores. ¡Hacer justicia y aprender, señora presidenta!
Un día, un judío condenado a muerte reclamó dramáticamente que los judíos relataran el horror vivido: ¡Escriban, judíos, escriban! Y escribieron. Y leímos. Y sentimos. Y entendimos el sufrimiento de los judíos, que era el sufrimiento de la humanidad entera; también de nosotros y de tantas comunidades que sufrieron persecuciones en otros tiempos y lugares.
Además, frente a los que intentan disminuir y desmerecer lo ocurrido o justificar el contexto, afirmo con énfasis que fueron millones los judíos perseguidos y muertos, no solo en Alemania, sino también en tantos lugares y momentos en que la condición de judío ya era suficiente para la discriminación y el combate a muerte. Por cierto, hay otras situaciones para tener en cuenta, pero no vienen al caso en el tema del día de hoy.
Me gustaría mencionar algunos sucesos que, a ocho décadas de su ocurrencia, son paradigmáticos y dan cuenta de una actitud civilizada, piadosa, humana y racional. Ya pasó mucho tiempo, casi todos los involucrados de una u otra parte fueron presos o han muerto; quedan unos pocos, muy mayores, casi centenarios, tanto del lado de las víctimas como de los victimarios.
Primero digo que, frente a la violencia y el terrorismo de Estado, la reacción y la respuesta fue el juicio legal, fue la condena judicial y las prácticas jurídicas; nada de juicios sumarios, de justicia por mano propia ni de linchamientos en plazas públicas. La respuesta de la sociedad en su conjunto no fue salvaje ni vengativa. Los jueces y tribunales sustituyeron a los carceleros y verdugos sanguinarios; los juicios de Núremberg fueron emblemáticos, entre tantos otros en Europa.
Segundo, en un día de adhesión como el de hoy, la bondad, el amor y el perdón son superiores a la maldad, al odio y a la venganza. Eva Mozes Kor, una señora judía emigrada a los Estados Unidos luego de la liberación, víctima de los campos de concentración y cuya familia murió en manos de la persecución nazi, desarrolló una militancia internacional de reconocimiento, memoria y justicia del Holocausto judío. Fue así que llegó a Alemania a presenciar y a atestiguar en un juicio contra uno de sus famosos carceleros. ¿Qué pasó? Esta señora, ya anciana, al igual que el nazi en el banquillo de los acusados, se acercó a él, le dio un abrazo y le tendió su perdón. Frente al escándalo de semejante actitud fuera de estilo al visceral rechazo de las víctimas judías, la señora indicó el paso del tiempo, el sufrimiento ya vivido, la avanzada edad de los acusados y de los acusadores y, fundamentalmente, el sentido liberador del perdón para todas las partes, y así fue.
Hace poco sucedió también en Europa que una secretaria nazi de un campo de concentración fue descubierta y atrapada por las autoridades. Tenía noventa y siete años y había sido acusada de matar en forma directa a más de 10.000 judíos. Por su condición de buena y eficiente funcionaria habría logrado, en términos burocráticos, que miles de judíos terminaran en las cámaras de gas. Ahora bien, la primera pregunta es: ¿cómo es posible encerrar y llevar ante la justicia a una anciana de casi cien años? Diga que todavía estaba medianamente lúcida; además, negó la responsabilidad directa de los hechos denunciados y pidió, de todas maneras, disculpas por el daño que hubiera ocasionado en contra de su voluntad. Pero, ¿a dónde quiero ir? El juicio en cuestión comenzó formalmente y terminó en una condena de dos años en suspenso, ¿cómo? ¿Dos años por 10.000 judíos muertos?
El tribunal sostuvo el carácter simbólico y justiciero de todo el asunto: una acusada por semejantes hechos nunca podía quedar impune, aun a pesar de la edad avanzada. Entonces, en efecto, fue perseguida, atrapada, presa y ajusticiada, pero la condena era otra cosa; fueron dos años de suspenso que pasaron de prisión efectiva a prisión domiciliaria; más que a su propia casa o a su residencial de ancianos, ¿a qué otro lugar podría haber ido esta mujer? Quizás en la aún breve condena esta anciana moriría por causas naturales debido a su avanzada edad. Fue ajusticiada y condenada, irá simbólicamente presa por un rato y luego se irá a morir.
Justicia, razón, humanismo, no venganza del ojo por ojo; así lo entendió el tribunal que intervino, así como seguramente la gran mayoría de los pocos afectados por este Holocausto que aún quedan vivos y también nosotros, testigos sufrientes de un demonio que debe ser desterrado para siempre, de algo que no puede volver a ocurrir nunca más.
Muchas gracias.
La entrada Senador Germán Coutinho: “Los jueces y tribunales sustituyeron a los carceleros y verdugos sanguinarios” se publicó primero en CCIU.
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