Ynet Español- por Einav Halabi

Las regiones de Naplusa, Jenín y Hebrón producen la mayor parte de los atentados tanto contra colonos de Cisjordania como contra israelíes en el resto del país. Hamás utiliza estos enclaves como base de operaciones por fuera de la Franja. Crédito foto: EPA

El ataque terrorista que se cobró la vida de BatSheva Nigri, de 40 años fue el séptimo atentado surgido de la zona de Hebrón sólo este año, lo que indica una clara tendencia.

Fuera de Gaza, Hebrón se está convirtiendo rápidamente en el centro de operaciones del grupo terrorista Hamás en Cisjordania.

Este fenómeno se vio facilitado por el negligente control de la ciudad por parte de la Autoridad Palestina (AP), así como de los campos de refugiados y pueblos cercanos. Hamás aprovechó y estableció una infraestructura terrorista profundamente arraigada y meticulosamente mantenida.

Los tiroteos, ataques con vehículos y apuñalamientos, incluido uno reciente en Tel Aviv cometido por Abed al-Wahab Khalila, vagamente afiliado a Hamás, proceden todos de la región de Hebrón. A diferencia de los ataques perpetrados en lugares como Jenín y Naplusa, estos tienden a ser operaciones de lobos solitarios, lo que los hace más difíciles de prevenir.

El control de Naplusa incluye dos campos de refugiados que se convirtieron en sinónimo de atentados terroristas: Askar y Balata. Y, de hecho, el propio enclave, paso a ser un caldo de cultivo de actividades terroristas subversivas.

La infame célula “Guarida del León” emana de allí y se hizo rápidamente popular entre los palestinos, especialmente entre los que utilizan TikTok y otras redes sociales para difundir su mensaje. Además, Naplusa alberga a todas las facciones palestinas que desean hacer daño a Israel, incluidas Hamás, la YIP y la Brigada al-Aqsa, afiliada al movimiento Al Fatah.

Desde la incursión de las FDI en julio en Jenín, la Autoridad Palestina tomó medidas para restablecer su dominio en toda la región de Naplusa. Por eso, el campo de refugiados paso a ser en un hervidero de terrorismo, que permite a Hamás y otros grupos terroristas a operar bajo la marca “Brigada de Jenín”, y su popularidad entre los palestinos, que los ven como luchadores por la libertad contra los “ocupantes sionistas”, aumentó considerablemente.

Kamel Abu-Bakr, autor del tiroteo de Tel Aviv a principios de agosto que se cobró la vida del israelí Chen Amir, llamaba al campo de refugiados de Jenín “su hogar” desde hacía dos años. Tras la visita del presidente Abbas a la zona después de la incursión israelí en el campo, la AP reanudó controló la zona, para disgusto de muchos residentes locales, que consideran primordial la resistencia armada contra Israel.

El campo de refugiados de Shu’afat, en Jerusalem, así como barrios palestinos circundantes, son zonas densamente pobladas que experimentan una pobreza aplastante, lo que dio lugar a generaciones de palestinos jóvenes que ven cada vez más la lucha armada como un modo de vida legítimo.

Dicho esto, las sólidas actividades de recopilación de información en la zona pusieron grandes obstáculos a sus mediocres esfuerzos organizativos, lo que deja como salida por defecto los atentados no violentos en solitario o no afiliados, como el perpetrado en el barrio de Neve Ya’akov, que se saldó con numerosas víctimas mortales israelíes.

La región de Ramala produjo siete terroristas que se alzaron en armas contra Israel, pero al ser esta ciudad la sede de la Autoridad Palestina, no fue un foco principal para el aparato de defensa israelí, y los terroristas que sí procedían de esa zona eran de los pueblos de los alrededores y no de la propia ciudad.

Jericó y Belén están -relativamente- tranquilas, con dos atentados originados desde allí. Este, quizás, sea el último bastión del líder de la AP, Abbas, que entre problemas de salud y falta de popularidad, enciende alarmas dentro del Gobierno israelí.

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Mapa de los nuevos focos terroristas de Cisjordania

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