Aurora
Setenta y cinco años después de que se hallaran en Qumrán por primera vez fragmentos de los rollos del mar Muerto, los expertos continúan con la «inacabable» investigación de unos manuscritos que constituyen «un tesoro de la humanidad» y que cambiaron la visión del mundo. Los que todos tienen en común, según su curador Adolfo Roitman, es que son “documentos judíos, escritos por judíos (…), obras de Israel de hace 2.000 años”.
En una entrevista en Santo Domingo con motivo de la Feria Internacional del Libro que se celebra en la capital dominicana, el curador de los rollos del mar Muerto y director del Santuario del Libro del Museo de Israel en Jerusalem, el argentino-israelí Adolfo Roitman, habla de lo que suponen estos textos: «El mundo que se dibuja ante nuestros ojos como resultado de los rollos es diferente al que nosotros creíamos conocer antes».
Roitman subraya que se trata de uno de los grandes descubrimientos arqueológicos modernos (para muchos el principal del siglo XX) y afirma que los manuscritos son mucho más que «el testimonio más antiguo de los textos que terminaron formando parte de la Biblia hebrea», aunque su fama mundial se deba a ello.
Además de los textos bíblicos hay otros de literatura apócrifa y sectarios, como la Regla de la Comunidad, que interesan mucho a los investigadores, pero no tanto al gran público porque son documentos de carácter esotérico escritos por y para los miembros de la comunidad.
Los que todos tienen en común, según su curador, es que son «documentos judíos, escritos por judíos (…), obras de Israel de hace 2.000 años».
El hecho de que una inmensa mayoría de los textos esté en hebreo (incluso el 80 % de los no bíblicos, «una proporción muy alta cuando no era la lengua más hablada») y el resto en griego y arameo, los dos idiomas predominantes de la época, «muestra que los círculos que estaban detrás de los rollos tenían como propósito preservar la lengua original del pueblo de Israel».
LA BÚSQUEDA DE MANUSCRITOS Y LA INVESTIGACIÓN CONTINÚAN
Una de las grandes cuestiones objeto de estudio y debate sigue siendo la colectividad que habitaba Qumrán: «la mayoría de los investigadores, entre los que me incluyo, cree que tiene buena chance el movimiento esenio para caracterizar a los hombres de la comunidad del mar Muerto», aunque no serían esenios urbanitas, sino un ala radical con una vida retirada que podía ofrecer a los jóvenes educación y comida.
«Probablemente -detalla- la presencia de mujeres era mínima, si no inexistente (…) Hay textos como la Regla de la Comunidad que dan a entender que este grupo dedicaba su vida al estudio, a la oración, nunca menciona a mujeres y familias».
Aunque la inmensa mayoría del millar de manuscritos fueron descubiertos entre 1947 y 1956 después de que por azar unos pastores dieran con ellos en unas tinajas en las cuevas de Qumrán, la búsqueda de documentos continúa, se buscan «todo el tiempo, el sueño de todos es encontrarlos».
Desde 1956 no se han hallado manuscritos en Qumrán, pero «existe una buena probabilidad de que haya más», pues la alta actividad sísmica de la zona puede haber sellado muchas entradas de cuevas cuya existencia se desconocería.
Donde en 2019, tras sesenta años sin hallazgos, aparecieron documentos fue en la cueva de los Horrores, en Nahal Hever (en el desierto de Judea [sur de Cisjordania]), unos setenta fragmentos de los cuales solo treinta tienen restos de letras en griego y que, una vez reconstruidos, resultaron ser del libro del profeta Zacarías y de Nahúm.
En paralelo sigue la investigación: hoy la nueva generación de estudiosos repiensa la reconstrucción de los manuscritos. En su momento se hizo de la mejor manera conforme a los conocimientos de la época, pero ahora, gracias a la tecnología, se considera que un fragmento puede ser de otro documento o estar en otra parte del texto, lo que cambiaría su significado.
Con los rollos se han utilizado ya tecnologías como el estudio de ADN o la imagen multiespectral para recuperar textos no perceptibles al ojo humano, y mediante análisis de algoritmos se concluyó que el Libro de Isaías, el único que llegó íntegro, tuvo dos escribas.
Para Roitman, «más allá de las reconstrucciones particulares de textos o secciones, una de las grandes cuestiones es recontextualizar Qumrán en el judaísmo de esa época y en el mundo grecorromano».
«Una vez que nos hiperespecializamos ahora tenemos que hacer el camino inverso (…) Entender los rollos a la luz de los escritos del Nuevo Testamento, del judaísmo rabínico, de los escritos agnósticos, o de la literatura y la sociedad grecorromana, verlo en un contexto mucho más amplio», opina.
Y concluye explicando qué significa para él ser el curador de los rollos: «Viniendo de un argentino y fanático del fútbol es como el sueño de jugar con Messi, y yo estoy con el Messi de la arqueología».
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