Ynet Español- por Amihai Attali (adaptado por Leandro Fleischer)
A 28 años de la firma de la primera fase de los acuerdos entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina, resulta sencillo observar que cada vez que Israel hace concesiones territoriales, lo paga con la sangre de sus ciudadanos. Crédito foto: Avi Ohayon/GPO
El 9 de octubre de 1994, el soldado israelí Nachshon Mordechai Wachsman fue secuestrado y asesinado por Hamás. El 12 de octubre de 2000, ocurrió el horrible linchamiento en Ramallah, en el que una multitud palestina irrumpió en una comisaría de policía en el-Bireh, mató a dos reservistas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que se habían perdido y mutiló sus cuerpos.
Una mirada en profundidad a estos dos hechos nos muestra la magnitud del desastre que fueron los Acuerdos de Oslo, cuya primera fase se firmó en octubre de 1993, hace unos 28 años.
Como podemos ver, el mes de octubre está marcado por muchos eventos terribles para el Estado de Israel.
El sargento de la Brigada Golani, Wachsman, fue secuestrado después de que llevara a cabo un viaje compartido con un extraño. Después de seis días angustiosos, la operación militar para rescatarlo fracasó y Wachsman y otro soldado, Nir Poraz, murieron.
Un año antes, se llevó a cabo una celebración en el césped de la Casa Blanca. Los ex primeros ministros Yitzhak Rabin y Shimon Peres firmaron los Acuerdos de Oslo con gran entusiasmo.
Sin embargo, durante el tiempo del secuestro, el acuerdo aún se encontraba en las primeras etapas de implementación. Por lo tanto, las FDI en ese momento podían acceder fácilmente al área donde estaba retenido el soldado, recopilar información sobre el paradero de Wachsman y planificar una operación de rescate, que involucraba a la primera unidad de las fuerzas especiales israelíes, Sayeret Matkal.
Rabin pudo haber estado muy equivocado en Oslo, pero en el caso de Wachsman mostró un liderazgo ejemplar. No hubo un solo momento en el que pensó en ceder a las demandas de los secuestradores. También tuvo la integridad de asumir la culpa después de que fracasara la operación de rescate y decir frente las cámaras: “Soy responsable”.
Desafortunadamente, Rabin no impidió que Oslo se hiciera realidad, y la infame frase “víctimas de la paz” nació en la época del secuestro.
Durante ese mismo octubre de 1994, unos 22 civiles fueron asesinados en un atentado suicida con bomba de Hamás contra un autobús de pasajeros en Tel Aviv. Durante ese tiempo, los políticos israelíes entendieron que, por un lado, podían cantar Kumbaya con los árabes y, por otro, ignorar los discursos de odio del entonces líder de la OLP, Yasser Arafat, y su aprobación encubierta de los ataques terroristas contra civiles israelíes.
Esa idea fue adoptada por Rabin y Shimon Peres, un hombre de muchos talentos pero irremediablemente ingenuo, y más tarde por los primeros ministros Ehud Barak y Benjamín Netanyahu. Es posible que si Rabin no hubiera sido horriblemente asesinado por un extremista judío, podría haber recuperado la lucidez eventualmente.
A partir de estos dos incidentes, podemos ver la facilidad con la que las cosas pueden escalar si el gobierno ignora la violencia. También fuimos testigos de lo crueles que pueden ser algunos palestinos, y eso también es algo que no debemos olvidar.
Luego vino el linchamiento en Ramallah, que realmente nos mostró lo alto que fue el precio que pagamos por aceptar los Acuerdos de Oslo. Una multitud de palestinos con sus propias manos asesinó a dos reservistas de las FDI: el sargento Yossi Avrahami y el cabo Vadim Nurzhitz.
Los dos entraron accidentalmente en Ramallah, ciudad controlada por la Autoridad Palestina en Cisjordania, y fueron detenidos por policías palestinos. Una multitud iracunda de más de 1.000 salvajes irrumpieron en la estación, asesinando brutalmente a los soldados y mutilando sus cuerpos.
Al comienzo del incidente, los israelíes intentaron confiar en las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina para sacar a los soldados, lo cual era un pensamiento ridículo. Pero lo peor de todo fue que las FDI decidieron no realizar una operación de rescate.
Uno de los palestinos que participaron en el linchamiento a los reservistas israelíes muestra sus manos manchadas con sangre a través de la ventana de la comisaría en Ramallah.
Uno de los palestinos que participaron en el linchamiento a los reservistas israelíes muestra sus manos manchadas con sangre a través de la ventana de la comisaría en Ramallah. (AFP)
A partir de estos dos incidentes, podemos ver la facilidad con la que las cosas pueden escalar si el gobierno ignora la violencia. También fuimos testigos de lo crueles que pueden ser algunos palestinos, y eso también es algo que no debemos olvidar.
“Escudo Defensivo” fue una operación de las FDI a gran escala en Cisjordania en medio de la Segunda Intifada, en la que el objetivo declarado era detener los ataques terroristas y “limpiar” toda la infraestructura terrorista en el área. Fue seguido por un “mantenimiento” regular de la zona por parte de las FDI a fin de tener las cosas bajo control. Esto nos enseñó que, lamentablemente, no hay otra forma de actuar.
Nadie más va a hacer el trabajo por nosotros, como vemos en Gaza: cuando no hay presencia israelí, no hay control que brinde seguridad.
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