Yahya Sinwar, terrorista de terroristas, exlíder de Hamás en Gaza, cerebro de la masacre del 7 de octubre de 2023 en Israel, debe segur revolcándose en su tumba viendo día a día empeorar el desastre que causó. Su “gesta” desencadenó lo opuesto de lo que ingenuamente esperaba. El fin de la llamada “resistencia”, léase intento de destruir al Estado judío.

Sus sucesores al frente de Hamás fieles a las “enseñanzas” de su fenecido líder, siguen despreciando in extremis la vida de la población palestina en Gaza, evitando soltar a los 59 rehenes que tras 530 días aún mantienen en los túneles, varios de ellos muertos, en abierta violación al cese al fuego acordado con Israel y los mediadores, por lo cual Jerusalem no tuvo mas alternativa que presionar por vías militares.

Neutralizados Hamás y Hezbollah, defenestrado Assad en Siria e Irán degradado tras las dos retaliaciones de Israel el pasado año, queda la pandilla de los hutíes, los nuevos consentidos de los progres, aplaudidos por su “heroica” resistencia al sionismo y apoyo a los palestinos.

Hay que recordar que esta banda fue la causante de la colosal crisis humanitaria que azota a Yemen, un país en el que lo único que hay es hambrunas, epidemias, destrucción, pobreza extrema, desazón y desesperanza. Sin embargo si cuentan los hutíes, títeres de Irán, con los más sofisticados misiles balísticos y avanzados drones para atacar a un Estado a dos mil kilómetros de distancia, impedir la navegación por el mar Rojo y como ocurrió anteriormente atacar objetivos civiles en los países del Golfo incluyendo Arabia Saudita y los Emiratos Árabes.

Todo parece indicar que les llegó el momento a los hutíes, la última rama que quedaba del “eje de resistencia” el que, invirtiendo miles de millones de dólares y esfuerzo, construyó Irán en las últimas décadas con el fin de amedrentar a sus vecinos árabes, atacar a Israel y en últimas salvaguardar la revolución.

Tras desoír las advertencias de Donald Trump, los hutíes siguieron amenazando a Israel y la navegación por el estrecho de Bab El Mandeb, ante lo cual el mandatario ordenó ataques masivos contra ellos, contra su infraestructura militar y política, en las dos ciudades principales bajo su domino: Sana, la capital de Yemen, y Saada, el bastión de los hutíes pertenecientes a una secta del Islam shiita.

Los hutíes tomaron control de Sana en los turbulentos meses que siguieron a la caída del dictador Ali Abdulah Saleh durante las protestas de la primavera árabe.

A los hutíes, al igual que a Hezbollah o Hamás les tiene sin cuidado lo que ocurra con la población de sus países, yemenitas, libaneses y palestinos ya que están exclusivamente al servicio de los designios geopolíticos de Irán.

Una vez recortadas todas las ramas del eje de resistencia, Irán queda vulnerable y expuesta y sus otrora proxis podrían acabar convirtiéndose en un lastre para Teherán. La derrota de los hutíes es ganancia para Yemen al igual que la derrota de Hezbollah abrió las puertas de una esperanza para Líbano, mientras que la derrota de Hamás es el único camino para abrirles alguna perspectiva a los palestinos.

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La última rama

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