Por Esc. José Luis Piczenik (para CCIU)

En el día de ayer nos despertamos con la infausta noticia del fallecimiento de la Rabanit Hanna Hahn de Winter Z`l. El dolor de una perdida humana es difícil de transmitir en palabras, si bien la razón puede entender que la vida tiene un final, el corazón siente el hecho con gran tristeza. Sin embargo tras el choque de la noticia uno reflexiona sobre el legado de vida de esta excepcional mujer.

Su llegada a América desde la Polonia dominada por el odio y la violencia, la instalación en Cochabamba, su matrimonio con quien sería un guía comunitario el Rabino Fritz Winter (Z’L) y la creación de una maravillosa familia conformada por sus hijos Alfredo, Heriberto y el querido Rafael fueron etapas que la tuvieron como protagonista y en las que sumo inteligencia, comprensión y amor por el prójimo.

Hanna era una enamorada de la vida y lo manifestaba a través de su desinteresada colaboración para guiar, aconsejar y proteger a quien lo necesitara. Su familia y la propia comunidad veían en ella una referencia de conocimiento a través de sus opiniones y actitudes.

Décadas en la cual fue acompaño inseparablemente a su esposo apoyando su obra en la Nueva Congregación Israelita y en la  Confraternidad judeo-cristiano de la cual fue fundador. Siempre con fe, con vida. Era muy reconfortante charlar con ella sobre los aspectos históricos y religiosos de nuestra cultura. Su dominio del conocimiento humano y de la filosofía de vida hacían del intercambio un grato momento para compartir y recordar.

Modesta, humilde, positiva, respetuosa, alegre, elegante son solo algunos de los valores que predico y genero sobre todos los que tuvimos el gusto de conocerla.

La formación de sus hijos fue su desvelo y en ellos vio forjado los frutos de tanto esfuerzo. Quiero detenerme en su hijo menor, el querido Rufo, por el cual tantas generaciones de educandos han pasado en la comunidad judía uruguaya. Rafael es fruto de ese rico legado que lo transformo en un destacado docente pero por sobre todas las cosas en un ejemplo de valores. Decenas de jóvenes sienten por el querido Rufo un afecto incondicional, el mismo sentimiento que el brindo permanentemente por su querida madre hasta su partida.

“La longevidad es la recompensa de la virtud” expresaba la filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir, sin dudas esta máxima se aplicó en la querida Hanna ¡¡¡

Fuente: http://www.cciu.org.uy/

HANNA WINTER Z`L

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