Parece que la epidemia de antisemitismo se ha convertido en una verdadera amenaza global en los últimos años. Si bien no comenzó después de la masacre del 7 de octubre, estos eventos sirvieron como un poderoso catalizador que sacó el odio de las sombras. El crimen del rabino Zvi Kogan subraya la creciente amenaza del antisemitismo y la necesidad de una acción global. Crédito foto: Marc Israel Sellem/The Jerusalem Post

El trágico asesinato del rabino Zvi Kogan, un emisario de Jabad-Lubavitch de 28 años en Dubái, por terroristas islámicos demuestra aún más esta crisis en aumento. Su muerte, que conmocionó tanto a la comunidad judía como a las personas de buena voluntad de todo el mundo, ilustra cómo incluso en lugares de aparente progreso y cooperación interreligiosa como los Emiratos Árabes Unidos, la violencia antisemita puede surgir con consecuencias devastadoras.

La tasa de infección ha alcanzado niveles sin precedentes, con informes que muestran un asombroso aumento del 400% en los incidentes antisemitas durante el año pasado. Esta tasa de crecimiento exponencial supera cualquier brote anterior en la historia reciente, marcando lo que los epidemiólogos llamarían un “evento de superpropagación” en términos sociales. La velocidad y la escala de este aumento reflejan el comportamiento de las enfermedades altamente infecciosas, que exigen una intervención global inmediata.

La similitud entre el antisemitismo y el COVID-19 es sorprendente. Así como vimos mapas coloridos que describían la propagación de la epidemia en su apogeo (verde, amarillo, naranja y rojo), ahora podemos imaginar la propagación del antisemitismo. Si, en el pasado, muchas áreas eran «verdes» y relativamente limpias de este odio, hoy, cada vez más áreas se están volviendo naranjas y rojas.

En las redes sociales, el odio se propaga como un virus. Las publicaciones antisemitas viajan de un dispositivo a otro en segundos, haciendo eco en la red sin una supervisión real y fortaleciendo la ignorancia y la incitación.

¿Cuál es la causa?

La raíz del problema radica en la ignorancia. Cuando las personas no comprenden la historia judía, las lecciones del Holocausto o el alto precio del odio ciego, caen fácilmente en la retórica antisemita. Por lo tanto, la educación es la cura más eficaz para lidiar con la epidemia de antisemitismo.

En Estados Unidos, donde las universidades se han convertido en escenarios plagados de conflictos, existe una necesidad urgente de implementar programas educativos integrales. Los estudios sobre el Holocausto, que actualmente son obligatorios en la mitad de los estados de Estados Unidos, deben convertirse en un requisito, no sólo como un gesto histórico sino como una herramienta para prevenir futuras infecciones de ignorancia y odio.

La legislación es otra herramienta crucial. En Alemania, por ejemplo, existen sanciones claras contra los mensajes incitadores como «del río al mar», que disuaden a los posibles propagadores del odio. Otros países deben aprender de este ejemplo. Cuando hay un precio real por difundir el odio (ya sea un castigo legal o sanciones sociales), la gente se lo pensará dos veces antes de elegirlo.

Además, existe una necesidad urgente de cooperación entre países. La epidemia de antisemitismo cruza fronteras y no puede tratarse por separado en cada país. El intercambio de información entre países sobre las redes de incitación, las campañas globales conjuntas para crear conciencia y el fomento de acuerdos internacionales para proteger a las comunidades judías son medidas fundamentales.

Los países democráticos deben unirse en torno a valores fundamentales compartidos y trabajar juntos para erradicar el odio. Así como la cooperación internacional funciona para combatir el terrorismo y el crimen transfronterizo, también podemos detener la propagación del antisemitismo y garantizar una sociedad más segura e igualitaria para todos.

El público debe comprender que el antisemitismo no es solo un problema de la comunidad judía. Es un síntoma de una enfermedad más amplia: el colapso de los valores democráticos y liberales. A lo largo de la historia, el odio a los judíos ha sido la primera etapa de una desintegración social más amplia.

Al igual que el COVID-19, la forma de detener la epidemia es mediante una acción combinada: educación, regulación, cooperación internacional y conciencia pública. El asesinato del rabino Kogan subraya la necesidad urgente de estas intervenciones. Solo si todos los factores del establishment y los ministerios del gobierno cooperan, podremos romper la cadena de transmisión y detener la epidemia de antisemitismo antes de que también se convierta en la norma.

*La autora es jefa del Departamento de Lucha contra el Antisemitismo y Mejora de la Resiliencia de la Organización Sionista Mundial.

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El virus mutante del antisemitismo: la enfermedad social más contagiosa de 2024

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