“Las palabras y los gestos se los lleva el viento y ha llegado ya el momento de poner en práctica todas las herramientas necesarias para proteger a las comunidades judías.” Crédito foto: EFE
Esta semana se cumple un año del aniversario del 7-O, un día que trágicamente ya forma parte de la memoria del pueblo judío como una de las etapas más oscuras de los últimos tiempos. El 7 de octubre de 2023 se perpetró la mayor masacre contra judíos desde la Shoah.
La comunidad internacional habla de un “país que lucha contra los efectos del trastorno por estrés postraumático” y se equivoca radicalmente, porque tanto la sociedad israelí como la judía repartida por toda la diáspora aún siguen totalmente traumatizadas por aquellos fatídicos sucesos y el proceso de recuperación será arduo. Mucho se ha escrito sobre la situación de los rehenes, de los residentes del norte de Israel desplazados de sus hogares y de las IDF, pero poco sobre las repercusiones que esta guerra provocada de manera unilateral por Hamás ha dejado sobre la comunidad judía europea.
Como judío español que reside en Bruselas, he de admitir que no han sido pocos los incidentes antisemitas y antisionistas que se han vivido en esta ciudad. Poco después de empezar la guerra entre Israel y Hamás, el edificio de la European Jewish Association, donde tengo el placer de trabajar, tuvo que ser evacuado ante un aviso de bomba. Esto nos llevó a tener que implementar decisiones tan significativas como disponer de seguridad privada. Durante las primeras semanas en octubre el portavoz de Hamás llamó a un levantamiento global del mundo islámico contra todos los judíos e israelíes, lo cual llevo a la gran mayoría de sinagogas y colegios judíos de toda Europa, incluida Bruselas, a tener que cancelar o cerrar sus instalaciones por motivos de seguridad. Las autoridades empezaron a recomendar que los ciudadanos de creencia judía no portasen visiblemente sus kipás y sus estrellas de David.
Las grandes capitales europeas fueron tomadas por islamistas radicales junto a sus tontos útiles, como miembros de la comunidad LGBTQ y feministas radicales que enarbolaron la bandera palestina por las calles de Madrid, Bruselas, Ámsterdam, Londres y tantas otras ciudades. Hago referencia a este concepto de los tontos útiles porque precisamente los miembros de estos colectivos serían perseguidos y condenados a muerte por una identidad de la que tan orgullosamente presumen. Les recomendaría encarecidamente que se diesen una vuelta por las calles de Tel Aviv en el Pride Month para comprobar que Israel es el único país de todo Oriente Medio en el cual todas las minorías están amparadas con los mismos derechos que cualquier otro ciudadano, independientemente de su orientación sexual, raza, etnia o creencia religiosa. Y si no me creen no duden en consultarle al presidente de la Knesset, Amir Ohana, que se convirtió en el primer presidente del Parlamento abiertamente homosexual.
Volviendo al tema en cuestión, el futuro de la comunidad judía en Europa vuelve a estar muy seriamente en tela de juicio. Un gran porcentaje de judíos europeos han empezado ya el proceso de Aliya, o directamente han emigrado a Israel. Como judío europeo puedo asegurar que muchos de nosotros nos sentimos mucho más seguros en la actual Israel que está luchando por su supervivencia, incluso al mayor riesgo de sufrir ataques terroristas o a los misiles balísticos lanzados por la República Islámica de Irán, que en muchas de nuestras calles en Europa, donde las autoridades competentes, con contadas excepciones en el caso de Alemania, han contribuido activa y pasivamente a que el viejo antisemitismo de antaño vuelva a apoderarse de gran parte del viejo continente.
En enero se conmemorará, como todos los años, el Día Internacional del Recuerdo del Holocausto. Una amplia mayoría de la elite política acudirá a rendir tributo el 27 de enero a los más de seis millones de judíos que fueron tan brutalmente exterminados y a repetir el ya tan conocido slogan de “nunca más.” Tengo un mensaje para todos aquellos líderes que vayan a repetir esas palabras en enero de este próximo 2025: tengan la decencia de no acudir este año, empiecen a mostrar un poco más de respeto por los judíos vivos y a tomar medidas urgentes para proteger a sus comunidades antes de que sea demasiado tarde. Codifiquen en sus sistemas legales la definición de antisemitismo de la IHRA y honren su compromiso pactado cuando la adoptaron de manera simbólica.
Las palabras y los gestos se los lleva el viento y ha llegado ya el momento de poner en práctica todas las herramientas necesarias para proteger a las comunidades judías. El antisemitismo que brota de un odio visceral e irracional contra el pueblo judío nunca termina ahí y solo es síntoma de una sociedad moralmente en decadencia. La victoria del pasado fin de semana del Partido por la Libertad en Austria solo nos refleja cuán frágil es la memoria humana y cuán importante es educar a las futuras generaciones en lecciones del pasado que nunca deberían repetirse. Nunca más es ahora.
Juan Caldes es portavoz para España de la European Jewish Associaton, la mayor asociación judía de Europa.
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