Ynet Español- por Itamar Eichner (adaptado por Tom Wichter)
Patrick Desbois investigó los fusilamientos nazis de cientos de miles de judíos y entrevistó a más de 8 mil testigos. “Tres días después de la matanza empezaba a brotar sangre de la tierra”, relata. La participación de las comunidades locales y la vigencia del antisemitismo. Foto: Ynet
El padre Patrick Desbois, un prestigioso teólogo francés, dedicó muchos años al estudio de la vida judía en Europa y es uno de los fundadores de la fundación Yahad In Unum, dedicada a la exposición documentada del exterminio masivo de cientos de miles de judíos que fueron asesinados a tiros durante el Holocausto.
Desbois también es el jefe del consejo académico del Centro del Recuerdo del Holocausto de Babi Yar, que se está construyendo en Kiev y será inaugurado en ocasión del 80° aniversario de la masacre de Babi Yar, en la que más de 30 mil judíos fueron asesinados en dos días en vísperas de Yom Kipur y durante el día sagrado. En los dos años posteriores otras 100 mil personas fueron asesinadas allí, convirtiendo al suburbio de la capital ucraniana en la fosa común más grande de Europa.
El sacerdote católico y su equipo entrevistaron a más de 8 mil testigos de este tipo de matanzas durante la Shoá. En una entrevista especial con Ynet, en ocasión de su visita a Israel para participar de un foro contra el antisemitismo auspiciado por el ministerio de Relaciones Exteriores, Desbois se refirió a su extensa investigación y sus particularidades: las atrocidades de los soldados nazis, la participación de las comunidades locales y la relación de aquellos hechos con el antisemitismo actual.
“Es difícil enseñar el Holocausto a las nuevas generaciones, para ellos es una historia lejana”, asegura el sacerdote que da clases sobre la Shoá en la universidad de Georgetown, en Washington. El profesor revela su truco en el aula: “Mi manera de enseñar es contar historias personales al estilo CSI, X-Files u otras series forenses. Cuento historias personales, les muestro a los alumnos fotos de soldados alemanes que asesinaron a 200 judíos, esos recursos los conectan inmediatamente”.
El padre Desbois individualiza las historias también porque, a su criterio, no se le debe quitar responsabilidad a los soldados nazis que fusilaron judíos, aunque lo hayan hecho por órdenes de sus superiores. “Es un error bajar el precio de las culpas de los soldados y civiles. Tratar el tema como un asesinato colectivo es como decir que alguien murió en un tsunami, pero los judíos de Babi Yar no murieron por un tsunami”, argumenta.
Por eso el especialista define a cada asesinato en una fosa común como un “crimer particular”. Y asevera, en función de sus trabajos de investigación, que seguir órdenes no justifica la masacre. “Encontramos testigos que vieron a tiradores alemanes que se negaron a disparar, encontraban excusas para evitarlo, pero había muchos otros voluntarios listos para ocupar ese lugar”, describe.
Para Desbois, no se le debe quitar responsabilidad a los soldados nazis que fusilaron judíos, aunque lo hayan hecho por órdenes de sus superiores. “Tratar el tema como un asesinato colectivo es como decir que alguien murió en un tsunami, pero los judíos de Babi Yar no murieron por un tsunami”, argumenta.
Una arista importante del trabajo de Desbois refiere a la participación de las comunidades locales en las masacres. “Había pueblos en los que asistir a los fusilamientos era como un carnaval, la gente buscaba una buena ubicación para ver los tiros, encontramos testimonios de ello en Ucrania, Bielorrusia, Rumania, Estonia, Moldavia, Polonia y otros lugares”, relata el sacerdote.
Las investigaciones de Desbois revelan cómo funcionaba la maquinaria nazi de las fosas comunes, que incluían cavadores, tiradores y cocineros para los pelotones. Y cuenta con crudeza lo que a menudo pasaba después de la matanza: “Echaban ceniza encima de los cuerpos porque la gente se desangraba, hay evidencia de que tres días después de los fusilamientos brotó sangre de la tierra”.
Esta maquinaria de la muerte incluyó a las preocupaciones nazis por la salud mental de los soldados encargados de los asesinatos. “Al jerarca Heinrich Himmler lo inquietaba esta cuestión, hubo casos de soldados que enloquecieron pero rápidamente le encontraban un reemplazante”, cuenta y agrega que una de las fórmulas para “aliviar las tensiones” de los soldados era organizar una fiesta luego de los fusilamientos. “Regresaban a la base, se bañaban y pasaban la noche con chicas y alcohol”, refiere.
La violencia sexual también fue protagonista en estas masacres, una problemática que suele ser menos abordada a la hora de rememorar la Shoá. “Oficialmente los alemanes no tenían permitido acostarse con judías por un tema de pureza racial, eran percibidos como subhumanos, pero muchos nazis no siguieron esa orden”, afirma y cita un caso a modo de ejemplo: “Un soldado alemán encontró a una niña judía, asesinó a su familia, la violó y después la llevó a una fosa común. Tiró una moneda al suelo y cuando ella se inclinó, le disparó”.
Actualmente Desbois también se dedica a la investigación de las actividades del grupo terrorista ISIS y asegura que Hitler fue una inspiración para los extremistas islámicos. “Reclutan niños y les enseñan quiénes son las personas que pueden ser asesinadas según la ley religiosa, y en el primer lugar están los judíos”, compara y vincula las atrocidades del Holocausto con el antisemitismo que continúa vigente en la actualidad.
“Conocí a un soldado que asesinó a 223 judíos en Rumania y estaba orgulloso de ello. Cuando lo entrevisté, estaba lleno de vecinos que llegaron para escuchar su testimonio, era el héroe del pueblo”, cuenta Desbois. En Polonia le ocurrió un episodio similar: “Llamé a la puerta equivocada. Dije que estaba buscando a personas que presenciaron asesinatos de judíos, y me invitaron a pasar con alegría. Me contaron cómo capturaron a judíos que huían de las fosas comunes y los devolvían a los nazis”.
“Pasaron más de 70 años y no sienten culpa. Solamente uno expresó remordimiento porque trabajó los domingos, día santo para los cristianos, en la construcción de cámaras de gas”, relata sobre estos testimonios que encontró en diferentes puntos de Europa.
El sacerdote católico actualmente se dedica a estudiar lo que denomina antisemitismo criminal, el “proceso de pasar del pensamiento a la acción” que deriva en crímenes contra judíos. Y después de años de estudio para Desbois no hay lugar para el optimismo. “El antisemitismo nunca desaparecerá”, asegura y completa: “Es como una enfermedad, necesita ser tratado para que no empeore”.
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