Marca, España- por Sal Emergui
El judoca iraní Saeid Mollaei se ha convertido en el gran triunfador del Grand Slam de judo celebrado día pasados en Tel Aviv. Una victoria derivada de su medalla de plata (-81 kg) y de su presencia por primera vez en Israel. Un hecho realmente inusual teniendo en cuenta que se trata del gran enemigo del régimen iraní desde la revolución islámica en 1979 liderada por el ayatolá Jomeini.
A veces, el espíritu del deporte puede con la política. A veces, el vigor del judo reta en el tatami conflictos por muy tensos y viejos que sean. Para ello es necesario un deportista con mucha valentía y dispuesto a arriesgarlo todo para seguir compitiendo y hacer lo que más le gusta y sabe hacer.
Es el caso del judoca iraní Saeid Mollaei que se ha convertido en el gran triunfador del Grand Slam celebrado estos días en Tel Aviv. Una victoria derivada de su medalla de plata (-81 kg) y de su presencia por primera vez en Israel. Un hecho realmente inusual teniendo en cuenta que se trata del gran enemigo del régimen iraní desde la revolución islámica en 1979 liderada por el ayatolá Jomeini.
El «Veni, Vidi, Vici» en Israel lo ha hecho con mascarilla y como representante de Mongolia. Irán, que no reconoce al Estado de Israel, prohíbe que sus deportistas compitan con deportistas israelíes. Una ley sagrada que el propio Mollaei sufrió en sus propias carnes y por la que hoy vive en el exilio.
El judoca, nacido en Teherán en 1992, perdió la final este viernes ante Sharofiddin Boltaboev pero su plata tiene aroma de oro. «El deporte y la política son dos cosas distintas. Estoy muy feliz, ahora soy como los demás deportistas. Soy deportista y no político», afirma Mollaei que esta semana fue recibido en Israel con mucha expectación. Pese a las estrictas medidas de restricción del coronavirus, el deportista pudo sentir el calor de muchos aficionados, entre ellos los miembros de la comunidad judía de origen iraní que le ven con admiración como símbolo desde el incidente que dio la vuelta al mundo.
«El deporte y la política son dos cosas distintas. Estoy muy feliz, ahora soy como los demás deportistas. Soy deportista y no político»
Ocurrió en 2019. Como cualquier otro deportista, Mollaei esperaba con emoción el Campeonato Mundial en Tokio. La cumbre de intensos entrenamientos y la plataforma para convertir sus sueños y sacrificios en medallas. A medida que avanzaba en el camino a la final, aparecía a lo lejos un obstáculo: el judoca israelí Sagi Muki. Por la experiencia desde los años 80, el iraní temía que su país le obligase a no presentarse en caso de un enfrentamiento directo. En este caso, el aviso fue enviado con antelación al entorno del deportista. Pero Mollaei, determinado a ganar el campeonato, hizo caso omiso a las advertencias y llegó a la semifinal.
Representantes de Irán-y no solo de la Federación- elevaron el tono y le insinuaron que él y su familia en Irán deberían atenerse a las consecuencias. Incluso le informaron en claro aviso que efectivos de seguridad iraníes estaban en ese momento en la casa de sus padres en Teherán. Finalmente y bajo una enorme presión, se presentó en el duelo ante el belga Matthias Casse para perder a propósito. «Decidí no competir», admitió resignado y enfadado. Muki, ahora amigo suyo, se hizo con el oro.
La Federación de Judo iraní negó rotundamente las acusaciones y le acusó de dar la espalda a su pueblo. En la investigación abierta, un testimonio de las conversaciones dio la razón al deportista. La Federación Internacional de Judo le apoyó sin fisuras y posteriormente decidió suspender a Irán de cualquier competición internacional ya que el boicot a un país contradice claramente las normas del organismo.
Mollaei, campeón del mundo en 2018, no regresó a Irán. Huyó a Alemania donde pidió asilo político. Según cuentan quienes le conocen, el disidente iraní vive bajo fuertes medidas de seguridad en Alemania.
Hoy compite bajo la bandera de Mongolia sin miedo a tener que retirarse si tiene enfrente a un contrincante israelí. El deportista persa se hizo muy amigo del presidente de la Federación de Judo israelí, Moshe Ponte. Este ex judoca y ex entrenador fue el que le recibió esta semana en el aeropuerto de Ben Gurion, cerca de Tel Aviv. La competición internacional causó también críticas en Israel al coincidir con el cierre de su aeropuerto y el confinamiento general que solo este domingo empezará a relajarse de forma amplia en un país que confía básicamente en su masiva vacunación. Casi tres millones de un total de nueve millones de habitantes han recibido ya la segunda dosis.
«Yo represento ahora a Mongolia. Como dije en el pasado, no tengo relación con la política solo con el deporte. Espero ahora que pueda competir de forma libre y sin preocupación», declara el iraní que esta semana hizo también historia al entrenarse con el equipo israelí.
Mollaei era uno de los grandes favoritos en su categoría pero Boltaboev le superó en la final. El uzbeko se llevó el oro y el persa la atención mediática. «Estoy muy feliz de estar en Tel Aviv por primera vez y el trato ha sido muy bueno», señaló Mollaei que expresó un deseo: «Espero que la próxima vez que llegue a la final sea contra Sagi Muki». Antes de abandonar un país que nunca imaginó visitar, dio las gracias en hebreo: «Todá».
Fuente: http://www.cciu.org.uy/