Para una organización que presumía de su poder de disuasión, el impacto de la guerra ha sido devastador… El hecho de que Hezbollah no exija el fin de la guerra en Gaza para aceptar el cese al fuego, como había sido su postura, es la demostración clara de que están sacando bandera blanca. Crédito foto: Joel Carillet (Canva)
Al momento de escribir estas líneas parece un hecho que se acordó un cese al fuego entre Israel y Hezbollah, que pareciera es más una capitulación por parte de la organización terrorista proxi de Irán. El 8 de octubre de 2023, un día después de la masacre de Hamás en Israel, la milicia chiita comenzó, sin provocación alguna, a atacar al Estado judío con misiles, drones y cohetes antitanques en “solidaridad con Gaza”. Frente a estos ataques a población civil, como ha sido siempre su “modus operandi”, Israel no tuvo más remedio que evacuar a unos 70.000 residentes de las poblaciones del norte quienes al sol de hoy no han regresado a sus hogares. Israel respondió a esos ataques con retaliaciones puntuales sin escalar la situación, esperando que Hezbollah desistiera, algo que sus titiriteros en Teherán no le permitieron.
Tras 11 meses, 9.000 proyectiles y su población aún desplazada, Israel haciendo uso de su legítima defensa, decidió contratacar. Tras la “Operación bíper”, que afectó a centenares de comandantes y mandos medios de Hezbollah, incluido el embajador de Irán en Beirut, Israel dio de baja a la cúpula de Hezbollah uno tras otro, incluyendo su máximo líder y referente histórico Hassan Nasrallah, muerto tras un ataque certero por parte de la fuerza aérea de Israel a su búnker en Beirut.
Israel ha descabezado al liderazgo de Hezbollah y eliminado a numerosos comandantes de campo y con su operativo militar en el sur del país comenzado haces dos meses ha destruido túneles, búnkeres, bases y centros de inteligencia. En los bastiones de Hezbollah en Beirut y Baalbek, los bombardeos dirigidos de Israel han seriamente degradado la capacidad militar de la organización, con un mínimo de víctimas civiles. Antes de cada bombardeo Israel informa a los pobladores cercanos que evacúen sus residencias. Dahiyeh, el extenso y populoso barrio chiita de Beirut donde están o estaban ubicados los centros de comando de Hezbollah mimetizados en medio de la población civil, ha sufrido la mayor cantidad de ataques desde el aire.
Para una organización que presumía de su poder de disuasión, el impacto de la guerra ha sido devastador y aunque sigue lanzando cohetes a Israel, para mostrar que aún vive, lo hace a sabiendas de que, si impacta un objetivo estratégico de Israel o mata civiles, la retaliación será temible.
El cese al fuego no dista mucho de aquello en lo que Israel, Estados Unidos y Francia han venido insistiendo desde hace meses: la implementación al pie de la letra de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, que puso final a la guerra de 2006, es decir, la retirada de Hezbollah al norte del río Litani. Lo que ha cambiado es que el grupo está tan diezmado, infiltrado hasta el tuétano, que Irán, temeroso de perder su principal proxi en Medio Oriente, presiona ahora para aceptar la tregua, esto es, capitular ante el muy superior poder militar de Israel. El hecho de que Hezbollah no exija el fin de la guerra en Gaza para aceptar el cese al fuego, como había sido su postura, es la demostración clara de que están sacando bandera blanca.
Para Líbano, país sin gobierno y sin presidente en ejercicio, con el que Israel no tiene conflicto alguno, secuestrado por Teherán desde hace años, espectador de la presente guerra, se abre una oportunidad de recuperar su Estado, una segunda o tercera o cuarta oportunidad sobre la tierra y volver a soñar con ser de nuevo la Suiza del Mediterráneo. Condición “sine qua non” para lograrlo, asegurar el desarme total de Hezbollah, no simplemente la tregua actual. De lo contrario, este será solo un trágico capítulo más que se repetirá en el futuro.
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