Uypress- por Daniel Feldman

Daniel Feldman nos recuerda en este artículo el asesinato de su hermano Raúl hace 47 años por la Triple A en Buenos Aires. “Un año más está llegando a su finalización y, fuera de cotidianas remembranzas, estas fechas, por su especial significado, me trasladan a esa tarde porteña del 24 de diciembre de 1974.”

El reloj de Raúl se detuvo a las cuatro y diez de la tarde, cuando el comando de la Triple A, en una acción coordinada con la dictadura uruguaya, ingresó a la oficina donde estaba, solo, y lo acribilló con 16 balazos.

No me voy a detener en el horror; no por no necesario; bastante (aunque nunca es suficiente) hay escrito y documentado.

Hoy quiero transitar por otros derroteros.

“Detrás de estas coronas, somos millones; algún día voy a hacer justicia”, recuerdo que le dije a mis padres, poco antes de partir el cortejo hacia el cementerio de Chacarita.

“Sí, somos millones, excepto Raúl”, fue la impactante respuesta de mi padre, un comunista judío curtido por el dolor que le precedía, al haber perdido a sus padres y varios de sus hermanos durante el Holocausto, y ser perseguido político y expreso en el Brasil de los años 30 del siglo pasado.

La respuesta de mi padre me chocó y desubicó, tirando por tierra mi disposición a la lucha para continuar la búsqueda de ese destino manifiesto por el que mi hermano había dado la vida.

A tal punto me golpeó, que justamente “Excepto Raúl” es el nombre de la obra teatral que hace un par de semanas culminó su segunda temporada pasando por diversos escenarios. Plasmada junto a Antares María y Estela Caussade en la dirección y asistencia de dirección, y Joselo Olascuaga en la actuación, abordamos en ella algunas reflexiones a partir del crimen.

Mucha, muchísima agua ha corrido desde 1974; en suma, mucha vida ha transcurrido.

En estos días recordé a Walter Benjamin. No porque haya abundado en su obra ni mucho menos. Filósofo, ensayista, crítico literario judío alemán, fue un decidido antinazi, y acabó con su vida suicidándose en un hotel de la pequeña localidad de Portbou, en España, al ver impedida su huida. No trataré aquí de analizar la obra y el aporte de Benjamin a la filosofía marxista; no es el caso.

Se encuentra sepultado en el cementerio de Portbou. Volveré a él más adelante.

Durante muchos años, especialmente los últimos, he discutido con amigos y allegados sobre la construcción de la memoria y el olvido. Pienso que la muerte, en este caso de nuestros familiares perseguidos por al autoritarismo, es eso: la muerte. Desde hace bastante tiempo no he estado de acuerdo -más allá de mi respeto- con el simbólico puño en alto y el grito de “presente” ante el nombre de cada una de las víctimas. Creo que se termina minimizando el drama; no están presentes, fueron arrancados, en primer lugar, de sus propias vidas; después, de las nuestras.

Muchas veces he escuchado “sus nombres son consigna”. No son consigna; son sus nombres, su identidad, no son engranajes de una cósmica maquinaria de redención universal. Fueron seres humanos, de carne y hueso, con sus propios sentimientos, con amores y desamores, imperfectos como cualquiera de nosotros. Justamente eso, fueron uno más de nosotros. Asesinados por un ideal o por defender ciertos principios, pero no es que se quitó un rulemán de la máquina de la revolución (en su absoluta mayoría traicionadas, vendidas o fracasadas por propia responsabilidad); se les / nos arrebató la cotidianidad, el afecto, el amor, la tristeza, la pasión.

Podría seguir desgranando reflexiones pero, este como todos los años, me dedico a juntar algunos pedacitos de recuerdos esparcidos por los más recónditos lugares, para, a manera de un puzle interminable, ir construyendo la memoria.

Y vuelvo a Walter Benjamin. En la década del 90, coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte, el gobierno de la Generalitat de Catalunya y el de la República Federal Alemana impulsaron la creación de un memorial en homenaje al pensador.

“Pasajes” es el nombre de la obra, realizada por el artista israelí Dani Karavan. Vale la pena adentrarse en ella, y aquí pueden verla.

“Un pasadizo en una pendiente pronunciada, con 87 peldaños que llevan desde la pequeña plaza de entrada al cementerio hasta el mar. El pasadizo no ofrece ninguna ayuda al visitante, solo puede ser recorrido con una atención concentrada. Es una estrecha escalera metálica encajonada entre planchas de hierro oxidado de 2,35 m de altura en un corredor que, igual que un túnel, ha sido excavado en la pendiente. Cuando se lleva recorrido un 75% del trayecto, un cristal se interpone en el camino impidiendo seguir la ruta. Al fondo, un remolino de mar, tan cercano como inaccesible. Y en el cristal, una cita que interpela el peso del pasado y la memoria. Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres humanos anónimos que no la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de aquellos que no tienen nombre”.

Disfruto de la suerte de tener acceso a este medio de comunicación, por lo que año tras año puedo traerles un pedacito de Raúl a vuestros recuerdos y a vuestra memoria. Imaginemos pues que estas líneas son parte de un túnel, a semejanza del de Portbou, a través del que honramos la memoria, no solo de Raúl, sino también de todos esos seres anónimos, para rescatarlos un poco de su ausencia.

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A 47 años del asesinato de Raúl Feldman: acariciando los recuerdos para construir la memoria

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