Kaja no puede bajar. Los tacos altos —es mi traductora y está vestida como para ir a una oficina— no la van a dejar llegar, dice. No termino de entender por qué pero le digo que está bien. Los demás sí salimos del auto. Acaba de parar de llover y vamos hacia el monumento que recuerda a los judíos de Rozan, el pueblo de Polonia donde nació Wolf Kwartowich, mi abuelo materno, en 1915. Los recuerda, porque allí no hay ni un solo judío. Los exterminaron. Ese es uno de los motivos por los que esa localidad aparece en los libros de historia. El otro es porque a un centenar de judíos los obligaron a meterse en la sinagoga de un poblado cercano, los encerraron y la prendieron fuego. Con ellos adentro. Con Motl, mi bisabuelo, adentro.
Fuente: http://www.cciu.org.uy/