El aumento del antisemitismo ha desatado un temor corrosivo. ¿Es momento de esconderse, irse o resistir con más fuerza que nunca? Europa parece despertar una vez más a un oscuro recuerdo, a un odio que creíamos erradicado, pero que regresa con una crudeza aterradora. Crédito foto: Reuters
El viernes pasado, el Rey Guillermo de los Países Bajos expresó una verdad dolorosa: “Fallamos a la comunidad judía de los Países Bajos durante la Segunda Guerra Mundial, y anoche fallamos de nuevo”.
La noche anterior, Ámsterdam se convirtió en el escenario de un pogromo moderno: un ataque premeditado y violento contra israelíes y judíos, una cacería despiadada a plena vista. Este no fue un hecho aislado. En otro lugar de Europa, en un campo de fútbol en Berlín, niños judíos fueron perseguidos con cuchillos y víctimas de insultos antisemitas. En Amberes, las redes sociales difundieron una inquietante “cacería de judíos”.
Europa parece despertar una vez más a un oscuro recuerdo, a un odio que creíamos erradicado, pero que regresa con una crudeza aterradora.
Las cifras reflejan el miedo profundo que atraviesa nuestras comunidades. La Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA, por sus siglas en inglés) señala en su última encuesta que más de la mitad de los judíos en Europa temen ser víctimas de crímenes de odio, y tres de cada cuatro evitan portar símbolos visibles de su identidad por razones de seguridad.
Y esto fue antes de que el antisemitismo se intensificara tras el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023, un suceso que ha desatado una escalada de odio sin precedentes. Desde entonces, las denuncias de incidentes antisemitas alcanzan máximos históricos en toda Europa. En Francia, hogar de la mayor comunidad judía europea, los incidentes antisemitas se dispararon diez veces en los tres meses posteriores al ataque de Hamas, y el Ministerio del Interior reportó una triplicación de casos en el primer semestre de 2024 en comparación con el mismo periodo de 2023.
Al día siguiente de la ola de violencia en Ámsterdam, viaje allí junto al director nacional de la Liga Antidifamación (ADL), Jonathan Greenblatt, para reunirnos con autoridades y miembros de la comunidad judía y ofrecer apoyo en un momento que parecía desolador. En medio de una reunión con líderes de la comunidad judía local, surgió una pregunta entre palabras de preocupación y tristeza: “¿Es hora de cerrar el negocio?”. Esta pregunta caló profundamente, refiriéndose a la permanencia de la comunidad judía en los Países Bajos, al derecho de vivir abiertamente como judíos en su propio hogar. ¿Cómo es posible que, 80 años después de la Segunda Guerra Mundial, nuestras comunidades vuelvan a considerar si es más seguro esconderse o partir?
El miedo es el efecto más corrosivo y silencioso de esta violencia. Hoy, judíos e israelíes en todo el mundo se preguntan si deben ocultar sus símbolos y su identidad: si deben esconder sus pasaportes, guardar la kipá, ocultar la mezuzá o incluso cambiar su apellido al pedir un servicio de transporte, todo para evitar ser reconocidos como judíos. Que en pleno siglo XXI el miedo nos empuje a renunciar a nuestra identidad es, sencillamente, inaceptable.
¿Qué se necesita para cambiar esta realidad? Liderazgos comprometidos con tomar acciones contundentes. La Comisión Europea ha trabajado incansablemente para enfrentar el antisemitismo, nombrando a un coordinador para la lucha contra este flagelo y financiando programas en los estados miembros.
Sin embargo, solo 14 de los 27 países de la Unión han implementado estrategias nacionales específicas contra el antisemitismo. Esta inacción no es una opción. Instamos a los líderes del mundo a asumir la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos judíos e israelíes y garantizar su derecho a vivir sin miedo. La seguridad, la educación y el liderazgo político deben ser los pilares de esta lucha, y cada nación debe comprometerse a crear políticas sólidas y efectivas.
No podemos, no debemos cerrar el negocio. No podemos rendirnos y permitir que el odio nos arrebate nuestra libertad. Hoy más que nunca, debemos estar firmes y decididos a luchar por el derecho a vivir abiertamente como quienes somos. Este no es solo un llamado a proteger a las comunidades judías del mundo; es un llamado a proteger el principio fundamental de la dignidad humana, del derecho de cada persona a vivir sin miedo de ser quien es. Lo que ocurrió en los Países Bajos podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. Por eso, hacemos un llamado urgente a todos los líderes: esta responsabilidad es suya también.
A quienes se preguntan si es hora de cerrar el negocio, les decimos: No, no cerraremos el negocio. No abandonaremos nuestras raíces ni permitiremos que el miedo silencie nuestras voces. Al contrario, trabajaremos con más fuerza que nunca para salvaguardar nuestra identidad y proteger a cada uno de nuestros miembros. Porque el antisemitismo no tiene lugar en Europa ni en ningún rincón del mundo, y nuestro derecho a vivir con dignidad y orgullo es innegociable.
*Marina Rosenberg es vicepresidenta sénior de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación (ADL).
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