“Si los que se jactan de ser autoridades no frenan el bullying, Israel se va a defender solito. La mera existencia del Estado de Israel significa que luego de miles de años de historia, hace más de 76 años que el Pueblo Judío es dueño de su propio destino”

El 7 de octubre de 2023, cuando la organización terrorista palestina musulmana Hamas derribó la cerca de la frontera y, violando la soberanía israelí, cometió la mayor matanza de judíos en un solo día después de la Shoá. La masacre incluyó también femicidios, infanticidios, asesinatos de hijos delante de sus padres, de padres delante de hijos, de abuelos delante de nietos, violaciones y secuestros. ¿Qué es lo que la gente no se anima a decir? Quién es la víctima y quién es el victimario, alineándose en numerosos casos con el victimario, no porque lo crea más justo, sino porque cree que así se salva el pellejo.

¿Y qué pasa con los que no saben que Israel es el agredido, que cuando hace uso de la fuerza, lo hace en su legítima defensa, y entendieron que tomar partido por el victimario solo le da luz verde para que siga cometiendo actos terroristas, alzan la voz o se guardan por las dudas?

Para poder analizar el comportamiento de esta gente, definamos de quiénes estamos hablando. Empecemos por los judeófobos, que no son ignorantes, tampoco racionales, sino que simplemente odian a los judíos. Se hicieron fans de Hamas, de Hezbollah, de los Huties, de la Revolución Islámica de Irán y de cualquiera que asome la cabeza en el club de los malos, siempre y cuando enfrente haya judíos. Parafraseando a Borges, éstos son incorregibles.

Están también aquellos que la vida y el conflicto en Medio Oriente no les repercute en su día a día ni se especializan en él. Muchos de ellos cuentan con la suficiente capacidad de analizar lo que acontece y quizás una vasta cantidad de ellos podría manifestar su apoyo concreto a Israel.

El asunto es que estas personas también ven a la gente que está convencida de que el accionar de Israel es el correcto, porque es el agredido, al que le secuestraron, mataron y lo siguen atacando y así y todo no se pone en posición de víctima, porque se define por la positiva, sino negar al otro, sino con un proyecto de país, de sociedad. Y estos individuos, que son muchos más de los que vemos exteriorizar su parecer, son personas que piensan, analizan, razonan, y a sus conclusiones se las guardan para ellos, sin tomar partido públicamente.

Los que tomaron nota de ese comportamiento (en este y otros temas) que oscila desde la inhibición hasta la autocensura, fueron los de la red social X (ex Twitter). Las dos principales acciones que un usuario realiza en X son “repostear” o marcar “me gusta”, y hasta mediados del 2024, todo aquel que reposteaba, se llevaba la publicación de otro a su muro y sus seguidores veían que había realizado esa acción. Aunque no aparecía en su timeline, cuando alguien le daba like a un posteo de otro, el resto de los usuarios podía ver que le gustaba eso.

Pero en X permitieron el apoyo desde el anonimato, ergo el apoyo sin hacerse cargo. ¿Cómo es esto? El poner “me gusta” dejó de ser una acción pública. Eso hizo que las publicaciones no tan políticamente correctas o no tan aceptadas por una supuesta mayoría, se llenen de “me gusta” en comparación a los reposteos que lograron. Como todos esos amigos de las buenas que te dan una palmadita, te elogian en privado, pero nunca se la juegan en público.

Y eso se traduce a las marcas, tanto las comerciales como personales. Sucede que hay un creciente número de influyentes, empresarios y profesionales (siempre hablando de quienes apoyan la causa) que avivan por lo bajo, muchos incluso aportan dinero y alguno que otro hace declaraciones a título personal. Sin embargo, no están dispuestos a “contaminar” sus marcas para que el consumidor no las asocie con esta causa, por más justa que sea, y siga comprando, porque negocios son negocios.

Salvo honrosas excepciones, que las hay y muchas, por decir un ejemplo, es la cantidad in crescendo de obras de construcción en el que desarrolladores ornamentan sus fachadas con un cartel bajo la leyenda “construyamos un país sin antisemitismo”, impulsada por FACA.

No obstante la gran mayoría de los empresarios y comerciantes dejan pasar la oportunidad de aprovechar sus marcas para poner el pecho, y pasan a dar un ejemplo de irresponsabilidad social empresaria, porque no se trata de dar un vuelto y así pagar menos impuestos, sino de jugársela y no lucrar con llenar estadios produciendo el recital de un cantante explícitamente antisemita, retirar los ositos de peluche prometidos de una campaña para que no los asocien con chicos secuestrados y así puedan recaudar con niños a los que aún no les robaron la infancia. Empresarios textiles que colaboraron con la causa más noble del momento aportando recursos, que es salvar las vidas de las personas secuestradas por la organización terrorista palestina Hamás, negaron las vidrieras de sus negocios para exhibir las remeras que pedían “Bring them home now” (Devuélvanlos a casa ya) a los secuestrados. Una experiencia que se repitió rubro a rubro.

Y las celebridades, los comunicadores, los formadores de opinión, que tienen un nombre instalado e hicieron de eso su marca personal, susurran un parecer, aunque pretenden mostrarse sin exponerse. En una era en la que buscan tener más seguidores que lectores, tienen pánico de perder followers y que venga otro flautista de Hamelin y monetice llevándose las ratas a su madriguera.

Los factores indicados anteriormente llevaron a propios, extraños y a que muchos influyentes y trabajadores de prensa no alcen su voz por temor a quedar en soledad y hasta, en algunos casos, de perder sus puestos de trabajo. Siendo estas condiciones un campo propicio para la espiral del silencio que se creó en la opinión pública.

¿Qué es la espiral del silencio y cómo se genera? Uno de los principios básicos de este concepto introducido por Elizabeth Noelle-Neumann, se basa en que la mayoría de los seres humanos tienen miedo de quedar en soledad ideológica, aspirando a recibir un apoyo que refuerce su pensamiento. Cada individuo tiende a buscar partners de sus ideas y duda al expresarse en un marco contrario, ideológicamente hablando. Las personas “aprenden” de los medios de comunicación masivos cuáles son las opiniones aceptadas y cuáles son equivocadas, ergo se forma el “consenso nacional”.

Por eso, los que sus ideas se desvíen de la norma, optarán por dos posibilidades: las adecuarán a lo que ellos creen que es la opinión mayoritaria o prescindirán de emitirla al verla contraria a la opinión de la mayoría. La decisión de callar o emitir opinión deriva del temor de ser señalado por pertenecer a la minoría y por el instinto de identificarse con la mayoría, que está de moda.

La espiral del silencio se compone de dos etapas: Primero, los medios de comunicación masivos construyen una realidad aparente de consenso; aquí se legitimó al accionar de las organizaciones terroristas Hamás y Hezbollah, disfrazándolas de “resistencia”, y se generó la sensación de un ataque israelí desproporcionado, dándole espacio a personajes siniestros que no hacían otra cosa que una apología de esta masacre. Segundo, la realidad aparente, la inventada, se concretiza en la pantalla trasladándose a la opinión pública; el cambió sucedió cuando mutó el comportamiento de la mayoría, que en un principio utilizó su raciocinio y vio a Hamás y Hezbolla como punta de lanza de Irán en lo geopolítico y como lo que son por los hechos cometidos (femicidas, infanticidas, asesinos, violadores y secuestradores), representando una amenaza para Israel y el mundo libre. Esa mayoría terminó alineándose con el consenso aparente o, por lo menos, no luchan por su idea, evitando así llevarse nuevos adeptos consigo.

La espiral llevó a que las ideas de la minoría se sobrepusieron a la de la mayoría, simplemente porque su exposición en los medios de comunicación, las redes sociales y los claustros académicos, causó la sensación errada de ser una opinión ampliamente consensuada.

Ya pudimos ver cómo se comportan los que enarbolan la causa de Israel y el mundo libre, los apáticos, sus simpatizantes y los que se la juegan en serio. ¿Cómo es la dinámica en la que conviven sus enemigos, sus cómplices, que habitan en la denominada comunidad internacional, que no es precisamente una bonita vecindad?

Hace pocos días la comunidad palestina de Chile trucó una pieza gráfica con la leyenda “Imagínate bombardear 4 países al mismo tiempo y seguir creyéndose la víctima”, cuando lo que sucede es lo contrario, Israel está siendo atacado por todos esos países y más. No son 4, sino 7 son los frentes de los que se está defendiendo.

Una de las situaciones características del bullying en el ámbito escolar, es cuando se la agarran muchos contra uno. Ellos lo agreden física y psicológicamente. Llega un momento en el que el agredido se cansa, o no le queda otra que ponerlos en su lugar para proteger su integridad. Es ahí cuando estos pibes agresores, que la ligaron fuerte por primera vez, cacarean llamando a la maestra, y esta lo reta al que fue agredido originalmente por estos.

Del mismo modo que no existe el bullying en la escuela sin complicidad docente, tampoco podría existir el antisemitismo institucionalizado sin complicidad de la comunidad internacional. No hay país que la ONU al que le hayan dedicado más tiempo para seguir aislándolo (o intentarlo) que a Israel con resoluciones en el Consejo de Derechos Humanos (integrado por países que violan sistemáticamente los derechos humanos).

Si los que se jactan de ser autoridades (incompetentes de facto mínimamente, o cómplices en la mayoría de los casos), no frenan el bullying, Israel se va a defender solito. La mera existencia del Estado de Israel significa que luego de miles de años de historia, hace más de 76 años que el Pueblo Judío es dueño de su propio destino.

Los gustos son en privado, los apoyos son en público, y como las declaraciones de amor, se tienen que declarar. Si hay algo que quieren decir, anímense a decirlo. Es un error no encarar a alguien por miedo a que lo reboten, porque de eso se trata la vida, de padecer la frustración de ser rechazado en lugares ajenos hasta que uno finalmente encuentra el ámbito con el que se siente a gusto estar y pertenecer.

Si no encaramos, no nos quedamos afuera. Si no encaramos, nos morimos de soledad.

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El antisemitismo institucionalizado no podría existir sin la complicidad de la comunidad internacional

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