En un día marcado por tanta muerte, la única respuesta apropiada es convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos y de nuestro pueblo. Simjat Torá, hasta ahora uno de los días más felices y alegres de nuestro calendario, estará para siempre marcado por los sentimientos encontrados de tristeza y pérdida. Crédito foto: Ziv Koren, de su libro La Guerra del 7 de octubre.

Simjat Torá, el 7 de octubre, quedará grabado para siempre en nuestros corazones y mentes como el día de la mayor masacre de nuestro pueblo desde el Holocausto. El brutal asesinato a sangre fría de hombres, mujeres y niños inocentes, jóvenes y ancianos, familias enteras, más de 1.200 personas, y el horroroso secuestro de 250 personas sacudió nuestro mundo, rompió nuestros corazones y destrozó nuestra ilusión colectiva de seguridad.

Los eventos de ese día desencadenaron una guerra en la que nuestro pueblo ha sufrido aún más bajas, más padres que han perdido a sus hijos, y más niños huérfanos de padres. Durante más de un año, hemos sido una nación en un estado perpetuo de duelo, luto y tristeza.

Cualquier reflexión sobre hace un año, y sobre todos los días desde entonces, comienza con honrar la memoria de los caídos, aprendiendo cada una de sus historias únicas e individuales, apreciando quiénes eran y qué fue lo que nos arrebataron. Simjat Torá, hasta ahora uno de los días más felices y alegres de nuestro calendario, estará para siempre marcado por los sentimientos encontrados de tristeza y pérdida.

Y más allá de la inimaginable pérdida de vidas, muchas de nuestras ideas y suposiciones también murieron. Perdimos más de 1.200 vidas irremplazables, pero también perdimos nuestra inocencia, en algunos casos nuestra confianza, nuestra visión optimista de la condición judía en el mundo, y para algunos, comunidades con las cuales se asociaban o identificaban. Hace un año, mucho murió.

Pero un año después, al reflexionar, podemos mirar atrás y ver que en Simjat Torá del año pasado, también nacieron muchas cosas. Al borde de una guerra civil por la reforma judicial y las diferencias religiosas, de la noche a la mañana renació un sentido de unidad, compañerismo y destino compartido.

Desde la determinación de las comunidades devastadas en la frontera de Gaza y las familias desplazadas del norte y del sur, fortalecidas por una respuesta récord al llamado de las FDI, renació la nación de Israel, determinada y tenaz. A partir de las cenizas de las comunidades de Gaza, surgió un esfuerzo sin precedentes para abastecer a los soldados, apoyar a las familias de reservistas, consolar a los dolientes, visitar a las familias desplazadas y proporcionar suministros, con liderazgo y participación de comunidades diversas de todo el mundo.

Un despertar espiritual

También surgió un despertar espiritual, un orgullo judío, en personas que nunca antes se habían identificado con su alma judía, o en quienes esa chispa divina había estado dormida por mucho tiempo. A lo largo de este año, se me han acercado regularmente otros judíos simplemente para contarme sobre su identidad judía, señalando su deseo de expresar esa identidad, en aeropuertos y aviones, en supermercados y tiendas, en un juego de béisbol e incluso en un baño. Los judíos están volviendo a estudiar, practicar, mostrar con orgullo su identidad. El pueblo judío está vivo, ha renacido, y está orgulloso, es más practicante, y esta unido y en crecimiento.

Sin duda, las cosas están lejos de ser perfectas. Existen importantes diferencias y desacuerdos, y hay fuerzas que buscan dividirnos de nuevo. La guerra sigue en curso, nuestros heroicos soldados continúan luchando en múltiples frentes, y nuestros preciosos rehenes aún no están en casa.

Pero con todos los problemas y desafíos, con todas las vidas que fueron prematuramente y trágicamente arrebatadas, hay muchas otras cosas que han cobrado vida. Moshé Naaman, un soldado de las FDI, escribió la siguiente historia inspiradora (traducida del hebreo):

Hace dos semanas, fuimos llamados por la Orden 8 a la frontera norte. Hoy, tuvimos el privilegio de celebrar Iom Kipur en el kibutz Beit Zera. Durante 93 años, el kibutz nunca aceptó tener un servicio de rezos de Iom Kipur. Se oponían. Pero nosotros, como soldados religiosos, organizamos uno en el área cerca del kibutz.

Éramos 12 soldados religiosos entre nosotros. Enviamos una invitación casual por WhatsApp a los miembros del kibutz. Cuando comenzó la festividad, nos sorprendimos. Docenas de miembros vinieron para el servicio de Kol nidrei y Maariv. Por la mañana, vinieron miembros ancianos para el Izkor. El clímax llegó con muchas decenas de personas, incluidos niños, mujeres y bebés, que llegaron para el servicio de Neilá y el shofar al final de Iom Kipur. La gente estaba emocionada hasta las lágrimas.

¿Qué puedo decir? Nunca imaginé que esto sucedería. El versículo “Amo de las guerras, sembrador de justicia” cobró un nuevo significado para mí hoy. Hace dos semanas, nunca imaginé que no estaría en mi sinagoga para las Altas Fiestas. De pronto, me encontré a mí mismo como el organizador, el que soplaba el shofar, el gabai, el cantor y el orador… Los miembros seguían agradeciéndonos después de Iom Kipur y con lágrimas nos pidieron que regresáramos el próximo año…

El año pasado, tuve lágrimas de dolor y tristeza, pero este año, esas lágrimas se convirtieron en emoción y alegría.

“Y sella a todo tu pueblo para una buena vida”.

Moshe Naaman – גדוד הבוקע 5035

“Soy judío”

Para conmemorar el año desde el 7 de octubre, Danny Wise de Ami Magazine realizó 38 entrevistas centradas en los esfuerzos de reconstrucción de las comunidades israelíes en la franja de Gaza. Entre sus entrevistas, conoció a una mujer llamada Dafna del kibutz Reim. Ella había sido la directora cultural del kibutz y una de las organizadoras del festival Nova.

Durante la visita al kibutz, ella le mostró su casa carbonizada y la habitación en la que su madre y sus hijos, Shira y Meir, fueron encontrados asesinados juntos. Ella es la única sobreviviente de su familia. Wise escribe que durante toda la conversación pensaba en Kristallnacht (la Noche de los Cristales Rotos) y en las sinagogas destruidas. Wise le preguntó si los terroristas destruyeron alguna sinagoga en las comunidades a lo largo de la franja de Gaza.

Dafna respondió: “Por supuesto que no. Ninguna sinagoga fue dañada en los 21 kibutzim de Gaza”. Wise no entendía, ¿cómo es posible que no atacaran ninguna sinagoga, que no quemaran ningún Sefer Torá?

Ella explicó: “No fue un milagro. ¿Cómo iban a dañar algo que no existe?”.

La mayoría de las comunidades no tenían sinagogas designadas o activas. Dafna explicó: “Si quieres entender el día después, tienes que entender el día antes”.

Wise escribe:

El rabino Shlomo Raanan dirige una organización llamada Ayelet Hashajar, que busca llevar la belleza del judaísmo y de las tradiciones a los kibutzim no religiosos. Se le ocurrió la idea de un juego de baloncesto entre estudiantes de Ieshivá y los kibutzniks de Reim para generar acercamiento. El partido estaba programado para llevarse a cabo en Sucot, el 2 de octubre, solo días antes de la masacre. Dafna había encabezado la iniciativa para cancelar el partido. Para ella, el partido no era solo una competencia amistosa, era un caballo de Troya, una forma en que la influencia religiosa se colaría en el kibutz.

“Estaba furiosa”, me dijo. “Esto era indignante. No necesitábamos que forasteros nos dijeran quién es un buen judío”, dijo, sacando su teléfono y revisando antiguos mensajes. Me mostró los textos que le había enviado al rabino Raanan, advirtiéndole que no trajera su misión religiosa a su puerta. “Cancela este partido inmediatamente”, escribió. “Si no lo haces, bloquearemos la entrada con nuestros cuerpos”.

En el espíritu de paz, el rabino Raanan canceló el partido.

Cinco días después, llegó la masacre. Justo al otro lado de la frontera, en los túneles de Gaza, Dafna se encontró como rehén, cara a cara con las fuerzas que habían destrozado su mundo. “Le dije a un guardia en árabe: ‘¿Por qué me torturas? Durante 20 años, he creado programas para árabes y judíos. Los judíos son tus primos’”. Mientras suplicaba en la oscuridad por un reconocimiento de su humanidad compartida, sus súplicas no fueron recibidas con empatía, sino con un frío rechazo.

“¡No eres descendiente de Ibrahim! ¡No eres judía!”, gritó él. “¡Eres una colonialista europea que robó nuestra tierra!”. Fue en ese momento cuando algo se rompió en el corazón de Dafna. O quizás, algo comenzó a repararse. La acusación la golpeó fuerte. Como muchos en el movimiento kibutziano, Dafna había pasado su vida definiéndose más como israelí que como judía, y dedicándose más a reconciliar árabes e israelíes que a sanar las divisiones entre diferentes grupos de judíos.

La religión siempre había sido secundaria en su identidad. Pero ahora, en las profundidades de ese túnel, cuando su condición de judía había sido negada por un combatiente de Hamás, ella experimentó una crisis de identidad. “Empecé a gritar en árabe: ‘¡Ana yahudiun ¡Ana yahudiun! ¡Soy judía! ¡Soy judía!’”. Los guardias la inmovilizaron, tapándole la boca. Pero para Dafna, el cambio interno ya había ocurrido.

“Por primera vez en mi vida, vi mi alma; vi que soy judía. Toda mi vida”, reflexionó Dafna “he sido parte de esta comunidad. No nos veíamos como judíos, en el sentido tradicional. Cuando viajaba al extranjero y alguien me preguntaba si era judía, yo los corregía. ‘No, soy israelí’, respondía. Pero cuando me llamó colonialista, me afectó. Él no me veía como judía porque yo no me veía como judía”.

Dafna hizo una pausa por un momento, sus ojos vagando por el paisaje destruido. “Cada aldea árabe tenía una mezquita. Los asentamientos cristianos construyen iglesias. Y aquí, no tenemos nada. Nada que diga que somos judíos. Y en ese momento, me di cuenta de que si íbamos a reconstruir, necesitábamos reclamar nuestra identidad. Te diré algo”, dijo Dafna “he asumido el proyecto del nuevo beit knéset (sinagoga). Cuando reconstruyamos, nuestro beit knéset será la estructura más hermosa del kibutz”.

En Simjat Torá, Dafna perdió a su familia, pero se encontró a sí misma. Ellos murieron, y su identidad judía renació.

Alegría en la sombra de la muerte

Las festividades y celebraciones de Simjat Torá son inusuales en sus orígenes. No se mencionan en la Torá ni en el Talmud. Nunca se promulgó como una festividad rabínica completa como Purim o Janucá. El rabino Jonathan Sacks z”l escribe:

“En Simjat Torá, sin ser ordenado por ningún versículo de la Torá ni por ningún decreto de los rabinos, los judíos de todo el mundo cantaron y bailaron, y recitaron poemas en honor a la Torá, exactamente como si estuvieran bailando en el patio del Templo en Simjat Beit HaShoevá, o como si fueran el Rey David trayendo el Arca a Jerusalem. Estaban decididos a mostrarle a Dios, y al mundo, que aún podían ser aj sameaj, como dice la Torá sobre Sucot ‘completamente y totalmente entregados a la alegría’. Sería difícil encontrar un paralelo en toda la historia del espíritu humano de un pueblo capaz de tal alegría en un momento en que estaban siendo masacrados en nombre del Dios del amor y la compasión.

Un pueblo que puede caminar por el valle de la sombra de la muerte y aún así regocijarse, es un pueblo que no puede ser derrotado por ninguna fuerza ni por ningún miedo… Simjat Torá nació cuando los judíos lo habían perdido todo, pero nunca perdieron su capacidad de regocijarse… Un pueblo cuya capacidad para la alegría no puede ser destruida es, en sí mismo, indestructible”.

El año desde Simjat Torá ha sido un cumplimiento del dicho, “Intentaron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas”. Simjat Torá nació contra un telón de fondo de odio y tragedia. Hace un año, perdimos a muchos, enterramos a héroes de nuestro pueblo. Pero durante este año, hemos dado a luz una nueva era, un nuevo capítulo para nuestro pueblo. Todavía se está escribiendo y nosotros determinamos lo que dirá a continuación.

¿Cómo podemos honrar a todos los que murieron? En un día marcado por tanta muerte, la única respuesta apropiada es: convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos y de nuestro pueblo.

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Fuente: http://www.cciu.org.uy/

Simjat Torá a la sombra del 7 de octubre

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