En el día de ayer los montevideanos amanecimos con una triste noticia. El monumento llamado “El abrazo de los pueblos” ubicado en la intersección de las calles Arenal Grande, Democracia e Isla de Gorriti en jurisdicción del Municipio C de la ciudad de Montevideo fue vandalizado por seres cobardes que en horas nocturnas atacaron el mismo con pintura y frases agraviantes, dejando esquelas en la zona donde se adjudicaban el hecho y se auto denominaban como “anarquistas contra el genocidio”.
Esta obra escultórica fue inaugurada el 31 de mayo pasado, tras años de proyectar la misma y conto con el apoyo de instituciones judías, profesionales y comerciantes de la zona que impulsaron la creación de la misma.
Su autora, la artista Nora Kimelman reflejo en ella la hospitalidad que tuvo la sociedad uruguaya con los inmigrantes judíos que llegaron al país en las primeras décadas del siglo pasado en busca de un futuro de libertad, paz y trabajo.
La obra fue emplazada en este cruce de gran significación – por ser la zona donde se asentó la mayoría de la comunidad judía proveniente de Europa Oriental – y consagra un espacio urbano de respeto y tolerancia simbolizado en un abrazo, que se interpreta como la unión de contingentes inmigratorios que con tradiciones y culturas distintas forjaron en el siglo pasado los más altos valores de la sociedad uruguaya.
Esta escultura de acero-corten tiene dos partes, una de forma cóncava y otra convexa que estan unidas a una base de cemento que nos recuerda el legado de toda una generación que habito en la zona y convivio fraternalmente durante décadas con sus vecinos a través del afecto y respeto mutuo. Esa laicidad educativa predominante en la sociedad uruguaya, que fue el más ponderado ejemplo de igualdad que el país mostró al mundo en esos años.
Este pequeño país poblado de europeos que llegaban de todas las latitudes enseño y ejemplifico al mundo entero como era la forma más sana y civilizada de convivir en sociedad, mientras el viejo mundo se enfrascaba en fuertes luchas de poder y supremacía racial.
En Villa Muñoz o Barrio Reus se asentaron las primeras escuelas de tradición judía y fue construida la primera sinagoga del país sobre la calle Inca a escasos metros del lugar. En sus calles las alegrías y tristezas de sus habitantes eran comunes, se respetaba la navidad tanto como el día del perdón, las sinagogas como las iglesias, los pensamientos ideológicos de izquierda como de derecha. Lo que valía era la vida. Nadie violentaba la simbología del otro. Todo era parte de una maravillosa sociedad que construía las bases para una vida pacífica.
Estos seres violentos, llenos de odio, xenófobos, antisemitas, no tienen lugar en un país pacífico, no tienen espacio para sus acciones, no cuentan con el apoyo de la gran mayoría de nuestra población, no son demócratas, no son dignos de la nacionalidad uruguaya.
Ellos merecen ser juzgados con todo el peso de la ley y ser desterrados de una sociedad que no busca la violencia y que tiene en el dialogo el único camino para el cambio de ideas de sus habitantes.
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