Por Joaquín Taranto, de CCIU 

Proyecto Shoá es un grupo de jóvenes educadores que se dedican a transmitir el legado de la Shoá a estudiantes de liceos y UTUs de todo el Uruguay. Sobre dicho Proyecto, sobre su identidad, habla Ian Markowicz, quien está en su primer año como educador. Entrevista realizada por Joaquín Taranto.

P: Contale un poco al lector, ¿quién sos? ¿Qué te impulsó a sumarte a Proyecto Shoa?

R: ¡Muchas gracias en primer lugar! Mi nombre es Ian Markowicz, hace un año finalice mi ciclo en la tnua Betar (Movimiento Juvenil), y de algún modo cuando terminé sentía que debía seguir en contacto con algunos valores que tenía muy arraigados a mi identidad; mi pasión por la educación, el deber como judío de educar sobre mi historia, y por sobre todo, continuar con el legado de mi abuelo, Majer Markowicz, quien sobrevivió a los horrores de la Shoá (holocausto) en su adolescencia. Encontré en este proyecto un mensaje muy noble, importante y que conectaba con todos mis objetivos. Desde chico sabía de la existencia del proyecto, recibí la charla en la Escuela Integral, -recuerdo que fue espectacular-, hace mucho tenía la inquietud de involucrarme, ¡y fue el momento perfecto para arrancar!

P: En pocas palabras ¿en qué consiste “Proyecto Shoa”?

R: Se trata de un proyecto reconocido a nivel nacional, fundado en 2009, que recorre los liceos y UTUs del Uruguay para transmitir un mensaje de tolerancia e igualdad. Allí, mi rol es brindar a chicos de liceo y bachillerato una actividad interactiva, dinámica e introspectiva acerca de la Shoá (holocausto) y el lugar que tuvo el odio y la indiferencia. Tomando como puntapié el heroísmo de los Justos de las Naciones, se invita a los estudiantes a reflexionar acerca de qué roles ocupan ellos en sus esquemas de violencia (bullying, xenofobia, discriminación) y el poder que tienen para alzar la voz ante una injusticia.

P: ¿Qué es lo que más te mueve del proyecto?

R: Tres cosas. Seguramente más, pero se resumen en tres. En primer lugar, el ambiente que se gesta en el aula. El hecho de que entre a la clase una persona joven, no muy lejana a la edad de los estudiantes, y que se dé una actividad didáctica e introspectiva -y no una clase formal-, hace que los chicos en cierto punto “sublimen” y puedan empatizar con historias y valores que quizá nunca antes escucharon, y de una manera que nunca antes habían escuchado. En segundo lugar, y siguiendo con el punto anterior, me gusta que el mensaje realmente llega. En esta realidad en donde vivimos cada vez más “en la nuestra”, atados a las redes sociales, preocupándonos más por nuestro perfil de Instagram y menos por el otro, se puede ver en las caras de los chicos el despertar de la empatía, la catarsis de muchos al final de la charla, y hasta la detección de algunos casos de bullying. Recordemos que para algunos ¡es la primera vez que escuchan que aquello que están viviendo, tiene una palabra! En tercer lugar y por último, me gusta que el proyecto tenga como meta llevar este mensaje a todos los liceos y UTUs del Uruguay. Esto implica que el mensaje que tenemos para dar no conoce de diferencias sociales o económicas, sino que se hace lo imposible para que llegue a todos los adolescentes en cada rincón del país.

P: En el cierre de tu primer año como educador, ¿sentís que realmente existe el cambió a través de la educación?

R: Si, totalmente, ¡y tengo evidencia empírica! Como un apasionado por la tnuá y por la hadrajá (enseñanza), soy un fiel creyente de que una educación con buenos valores es una herramienta que tiene la oportunidad de salvarnos de muchas cosas; quizá la gran mayoría de las cosas. En varias ocasiones, pero dos en particular, se me hizo notar el poder de la educación y del mensaje que damos. Me gustaría compartirlas. La primera: en muchos liceos del Uruguay, así como también en las calles y espacios públicos, se pueden ver pintadas antisemitas. Muchos lo hacen con una intención clara de dañar, pero muchos otros desconocen el significado de la esvástica y qué hay por detrás de ese símbolo, y lo dibujan simplemente porque le enseñaron que es un símbolo para molestar (o ni siquiera eso).

Es por esto que en la actividad les contamos a los estudiantes qué significa, por qué en Uruguay es ilegal dibujarlos, y los incentivamos a que si ven algún símbolo de ese tipo, lo tachen, lo conviertan en algo positivo o le avisen a un referente. En una de mis primeras charlas, días después de haberla dado, nos llegó (a mí y Sharon Opoczynski -con quien doy la actividad-) esta foto por medio del profesor. Se trataba de una esvástica que posteriormente había sido tachada por un alumno que recibió la actividad, y que debajo había dejado un mensaje: “no sos gracioso…”. Creo que la foto habla por sí sola, pero a mí me generó una sensación de que el mensaje sí había llegado, al menos a alguien. En segunda instancia, el 19 de noviembre realizamos una jornada para estudiantes. La misma se realiza a fin de cada año, y consta de un día entero, en donde los chicos reciben actividades profundizando acerca de la shoá, recibimos el testimonio de un sobreviviente, y almorzamos todos juntos, en donde se da un ambiente muy cálido y social. En cada actividad que damos durante el año los convocamos a la misma, a todo aquel que le haya interesado la shoá, el mensaje que tenemos para dar, y quiera profundizar un poco más. Aquel día recibimos aproximadamente 50 alumnos, de los cuales 20 vinieron directo desde Tacuarembó. Me emocionó mucho ver como muchos jóvenes liceales, en plena edad de “pertenecer a un grupo” o “seguir lo que todos hacen” se mandaron solos, de a dos, o de a grupos completos porque se sentían tocados por el tema, o porque creían que el mensaje sí lo valía. Junto al equipo de educadores quedamos muy orgullosos y logramos ver que el mensaje de cada actividad realmente se cumplió; ante cualquier situación uno siempre tiene el poder de elegir bajo qué rol posicionarse, y el indiferente también es un rol. Los chicos terminaron muy conmovidos, diciéndonos palabras que llegaban al corazón. Al final se intercambiaron sus redes sociales para mantenerse en contacto, llevándose así compañeros y aliados en valores. Finalmente, les dimos a cada uno de regalo el libro “Un grito por la vida” de Chil Rajchman. Una de las chicas saltaba de la emoción cuando recibió el libro. Fue un día que me inspiró mucho.

P: ¿Qué mensajes querés dejar?

R: ¡Que sí se puede! Hay gente que sí quiere escuchar, recibir, dar, cambiar, ser mejores personas y dejar el mundo un poco mejor de lo que lo recibimos. Inspirar a que cada uno, desde sus posibilidades, pueda aportar su granito de arena. Yo apuesto por aquellas personas y porque todos nos podamos parecer un poco más a quiénes queremos ser.

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Fuente: http://www.cciu.org.uy/

Entrevista a Ian Markowicz / Proyecto Shoa

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