A partir del 7 de octubre, el mundo es otro. Algunos dicen que el mundo sólo cambió para los judíos; para nosotros, el mundo es uno solo y estamos todos en el mismo barco. Desde entonces, hemos aprendido muchas cosas que quizás hubiéramos preferido no saber, acaso por aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente. En cualquier caso, el año transcurrido desde el inicio de la guerra es propicio para ensayar una reflexión que aspiramos menos apasionada y más serena. Crèdito foto: AP/Oded Bality
- La vulnerabilidad de Israel. Los acontecimientos más recientes de Setiembre y Octubre de este 2024 han ratificado la sofisticación y el poderío militar de Israel. Pero hemos aprendido que ese poderío no es sinónimo de invulnerabilidad. La tecnología podrá mitigar sus riesgos, pero jamás podrá erradicar el odio.
- El arsenal militar de Irán y sus brazos terroristas. Uno quiere creer que Israel ha destruido al menos una parte importante de la infraestructura bélica terrorista. Quizás nos volvamos a equivocar. Porque el hecho concreto es que aún hoy, se siguen lanzando miles y miles de cohetes contra Israel. ¿Alguien lleva la cuenta?
- El antisemitismo. El antisemitismo sigue gozando de buena salud. Si alguien creía que estaba en vías de extinción, desafortunadamente se equivocó de cabo a rabo. Luego del 7 de Octubre, los brotes de antisemitismo se multiplicaron exponencialmente, en Europa, en Estados Unidos y en Latinoamérica. El antisemitismo sigue generando votos, acá en Uruguay y en dondequiera que se instale.
- ¿Qué fue el 7 de Octubre? El 7 de Octubre fue bastante más que un atentado terrorista a gran escala. Hoy sabemos, sin ningún margen de duda, que si las hordas asesinas hubieran podido avanzar aún más, habrían seguido de largo, y ahí sí, con toda seguridad, se sumaban Hezbollah e Irán.
- La maldad humana. Después del Holocausto -la síntesis del mal absoluto al decir de Roberto Cyjón-, muchos pensamos que en materia de maldad humana, lo habíamos visto todo. Sin embargo, el 7 de Octubre estableció una nueva marca en la escalada del sadismo. Los nazis cometieron atrocidades inenarrables, pero intentaron ocultarlas. Las turbas asesinas de Hamas, en cambio, se vanagloriaron de sus acciones y las divulgaron al mundo (empezando por mostrarlas a los padres de las propias víctimas).
- La reacción del mundo. He aquí una de los puntos tan decepcionantes como preocupantes. Uno habría pensado que tras el 7 de Octubre, el mundo se habría solidarizado con Israel y con los judíos. Muchos lo hicieron. Pero el Domingo 8 de Octubre, cuando Israel todavía no había disparado siquiera un solo tiro, la barbarie de Hamas era vitoreada en las calles y redes del mundo. ¿Qué vitoreaban?
- Un mundo patas para arriba. No se nos ocurre mejor símil para describirlo. Los terroristas atacaron un país, y cometieron actos barbáricos. Sin embargo, acusaron y culparon a Israel por el ataque de los terroristas. No solamente eso: lejos de condenar al agresor, lo aplaudieron. Lo siguen aplaudiendo. Incluso en Uruguay.
- La crisis ética de Occidente. La guerra y el antisemitismo han puesto de relieve la pérdida de elementales puntos de referencia. Al punto tal que las rectoras de tres universidades de elite (Harvard, Columbia y Princeton) no pudieron llegar a admitir públicamente que las expresiones de antisemitismo en los campus debían ser sancionadas. La pérdida de todo punto de referencia es palmaria: podemos comprender las simpatías hacia el pueblo palestino. De hecho también nosotros somos pro-palestinos. Pero de ahí a adherir y aplaudir el terrorismo, media un abismo. Si no logramos discernir entre la legítima adhesión a la causa de un pueblo de un lado, y el terrorismo de otro, tenemos un problema.
- La singularidad de Israel. Israel es una suerte de imán: todo lo que tiene que ver con Israel y los judíos, atrae y polariza. Pocas guerras como la de Gaza han concitado tanta atención y generado tanta polémica. A no dudarlo, no hay en el mundo -hasta donde nos consta- ningún otro caso en que un 0,2% de la humanidad -la población judía del mundo- haya captado de tal forma la atención del otro 99,8%.
- La doble vara. Sólo de Israel se espera que sufra un ataque sin precedentes con más de 1,200 muertos y reaccione de manera milimétricamente proporcional al ataque recibido. Sólo de Israel se espera que al eliminar la cúpula de dos organizaciones terroristas, lo haga sin la inevitable pérdida de vidas inocentes. Cuando Israel ataca zonas pobladas, lo anuncia previamente y exhorta a la evacuación; ¿alguien se imaginó alguna vez a Hamas anunciando, el 6 de Octubre, su ataque del día siguiente?
- Derechos humanos. Para quien esto escribe, la causa de los derechos humanos se ha visto irreversiblemente desacreditada. Somos unos cuantos los que ya no nos tragamos la píldora de los derechos humanos. Porque a partir del 7 de Octubre, ha quedado en evidencia que los derechos humanos no son para todos: si eres israelí, tus derechos poco importan. Y eso nos parece inaceptable. ¿Alguna organización internacional de DDHH ha clamado por el tratamiento y la suerte de los 100 rehenes? Otro tanto podría decirse del movimiento libertad e inclusión. Quienes se rajan las vestiduras bajo su manto, no movieron un dedo por las mujeres ultrajadas el 7 de Octubre. Tampoco por los bebés raptados ese día (y aún hoy retenidos en Gaza).
- Occidente partido al medio. Hay dos alineamientos claramente demarcados: demócratas versus no demócratas, fuerzas constructivas y fuerzas destructivas. La guerra en Gaza ha potenciado esa grieta: quienes se alinean en la defensa de Israel, suelen ser los espíritus constructivos, los partidarios de la paz y del trabajo como herramientas del progreso social. En cambio, quienes se identifican con la defensa de Hamas -Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte-, suelen ser las fuerzas populistas, siempre propensas a la agitación permanente. La nueva izquierda tiene mucho que ver en todo eso.
- Los amigos de Israel. Desde hace tiempo que los judíos no se sentían tan incomprendidos. Las circunstancias actuales pusieron de manifiesto quiénes son los verdaderos amigos de Israel. En Uruguay, hemos visto pronunciamientos contundentes de figuras identificadas con los partidos tradicionales; de figuras identificadas con la coalición frenteamplista -Premios Jerusalem incluidos-, hemos visto poco o nada. Del PIT-CNT, menos. Nada nuevo bajo el sol.
- Las Universidades. Uno podría tender a creer que las universidades son un bastión indestructible de la razón, de la libertad de ideas y de la búsqueda de la verdad. Ha sido todo lo contrario: las universidades no son parte de la solución, sino del problema (También lo fueron en la Alemania de fines de los 20’ y comienzos de los 30’). Su politización ha hecho estragos (no sólo en Uruguay): hoy hay jóvenes judíos que en algunas universidades de Estados Unidos prefieren ocultar su judaísmo.
- La penetración silenciosa del mal. Nada de lo narrado más arriba pudo haber sucedido de la noche a la mañana. Forzosamente tuvo que haber sido el producto de una estrategia comunicacional deliberada, de décadas de silencioso adoctrinamiento, en las universidades, en las organizaciones civiles, en los movimientos de diversidad e inclusión, en espacios culturales de todo tipo y color.
- El Holocausto. El Holocausto sigue siendo un fenómeno inexplicable. Sin embargo, hemos dado un paso en su comprensión: hoy podemos explicar su desencadenamiento, hoy entendemos mejor la tormenta perfecta que lo pudo precipitar -y que aún hoy lo puede hacer-.
- La potencia de las redes y la derrota de la verdad. Alguien dijo alguna vez que en la guerra, una de las primeras víctimas es la verdad. Hemos aprendido que en la guerra -y muchas veces también fuera de ella- la mentira se adhiere y se propaga mucho más rápido que la verdad, el mal que el bien, el odio que el amor.
- El deterioro de la ONU. Una vez más, la ONU no ha sido parte de la solución sino del problema. Sus mayorías automáticas y su Secretario General, se han puesto al servicio de la condena sistemática a Israel: los pronunciamientos en contra del Estado de Israel, suman tanto como la sumatoria de pronunciamientos contra todos los otros países miembros (que totalizan más de 190).
- La crisis del Derecho. El Derecho no puede evitar o poner fin a una guerra ni derrotar el antisemitismo. Sin embargo, sí puede ser un agente de cambio, una parte de la lucha por la verdad y por la paz. Pero para eso es necesario que la ley se aplique y que se aplique de manera imparcial e independiente. Hay juristas que siguen obsesionados con la libertad de expresión: desconocen que ella nada tiene que ver con la incitación al odio.
- No subestimemos. Cuando alguien nos dice que nos va a matar, o cuando el programa fundacional de una organización anuncia el propósito de aniquilarnos, tomémosle muy en serio. Nadie formula una amenaza de ese tipo si efectivamente no está poseído por un odio eliminacionista, al decir de Daniel Goldhaguen.
- Un mal del siglo XXI: lo políticamente correcto. Es muy fácil sumarse a la moda y a las masas vociferantes. Lo difícil es ir contra la corriente. Y mucho más difícil aun es hacerlo de manera pública y ostensible -sobre todo si eres de izquierda-.
Cuando Gitta Sereny, la biógrafa de Albert Speer, tuvo que resumir en una frase lo que décadas de estudio le habían enseñado, ella dijo: aprendí “las trágicas consecuencias que la falta de coraje y de fuerza moral de hombres y mujeres concretos, pueden reportar a la historia de las naciones y al destino de las personas”.
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