En el norte de Israel, la vida cotidiana se ha paralizado, perturbada por la incesante amenaza de los ataques con cohetes y vehículos aéreos no tripulados [drones] lanzados por Hezbollah. En las zonas cercanas a la frontera, las escuelas han cerrado, las carreteras son inseguras y las familias –incluida la mía– viven al límite, con apenas 15 segundos para llegar a un refugio cuando suenan las alarmas.

El objetivo de Israel en la guerra es claro: volver a la normalidad, que no esté limitada por tenues ceses del fuego, sino respaldada por un acuerdo de seguridad duradero. Sin embargo, para lograr esta estabilidad es necesario abordar el núcleo de la lucha del  Líbano: su incapacidad para tomar decisiones nacionales sin la aprobación de Hezbollah, tanto política como militarmente. Mientras Hezbollah conserve su bastión en el gobierno del Líbano, un alto el fuego estable y duradero seguirá siendo difícil de alcanzar, no sólo para los israelíes sino también para el pueblo libanés.

Israel se enfrenta a tres opciones estratégicas en la búsqueda de una solución. La primera opción, que plantea grandes desafíos, consiste en establecer una zona de seguridad física en el sur del Líbano para limitar la capacidad de Hezbollah de lanzar ataques, con el ejército israelí estacionado en el sur del Líbano. Sin embargo, esta zona de seguridad tendría un alto costo, pues traería a la memoria dolorosas intervenciones militares previas en  el Líbano en los años 1980 y 1990, con soldados estacionados en territorio hostil y arriesgando sus vidas diariamente. Este enfoque no es atractivo después de décadas de amarga experiencia que Israel no querrá repetir.

La segunda opción, a menudo debatida en los medios israelíes durante las actuales negociaciones de tregua, implica una aplicación intensa y constante de la ley por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) para frenar las actividades de Hezbollah en el sur del Líbano. Sin embargo, este enfoque también plantea interrogantes. Una aplicación militar sostenida podría evitar perturbaciones diarias, pero podría provocar más ataques de represalia por parte de Hezbollah, perpetuando la inestabilidad en el norte de Israel. Las comunidades israelíes seguirían siendo vulnerables a los ataques y la vida normal seguiría estando fuera del alcance de la zona.

La tercera opción, y la más viable, es el establecimiento de un alto el fuego integral y un acuerdo de seguridad sólido y de cumplimiento obligatorio. Un acuerdo de ese tipo no sólo debe limitar la libertad de acción de Hezbollah, sino también redefinir por completo la relación del Líbano con la organización terrorista apoyada por Irán. Para lograrlo, Israel y la comunidad internacional deben adoptar un enfoque estratégico que haga hincapié tanto en los incentivos como en la rendición de cuentas por parte del Líbano, presionándolo para que rompa los vínculos oficiales con Hezbollah y lo considere como lo que es: una organización terrorista.

Para alcanzar un acuerdo de seguridad sostenible, primero debemos examinar la naturaleza de la relación de Hezbollah con el Líbano. La organización es más que una entidad terrorista fuertemente armada: es parte integral de la estructura política del Líbano, y sus miembros ocupan puestos de alto nivel dentro del gobierno libanés. No se trata de una afiliación casual; Hezbollah tiene un lugar reconocido en la mesa, ejerce influencia sobre la política nacional libanesa y aprovecha su posición para reforzar sus operaciones.

Por ejemplo, la presencia de Hezbollah se extiende incluso a los puntos de entrada críticos del Líbano, como el aeropuerto de Beirut y los cruces fronterizos con Siria, que siguen bajo el control parcial de Hezbollah. Esto se debe al hecho de que el ministro interino responsable de los puntos de entrada y salida del Líbano es el ministro de Transporte y Obras Públicas, Ali Hamie, que está afiliado a Hezbollah. Esto le permite a Hezbollah contrabandear armas y recursos a través de las fronteras, fortaleciendo aún más sus capacidades militares y erosionando la soberanía libanesa.

No es razonable esperar que el  Líbano haga cumplir un acuerdo de tregua si Hezbollah sigue integrado en su gobierno. Si bien los funcionarios del Líbano pueden ofrecer garantías, la realidad es que tienen las manos atadas mientras la influencia de Hezbollah no sea cuestionada. Una clara y pública negación de Hezbollah es esencial para que el Líbano recupere su condición de nación soberana y se convierta en un socio creíble para asegurar la paz.

Para que el Líbano se libere de la influencia de Hezbollah, la comunidad internacional debe intervenir con incentivos y presiones. Este enfoque tiene precedente en la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que pide la disolución de todas las fuerzas armadas no gubernamentales ilegales en  el Líbano. Sin embargo, hasta ahora, esta resolución ha sido un gesto en gran medida simbólico, no aplicado y en gran medida ignorado.

Estados Unidos, las Naciones Unidas y las principales naciones occidentales deben desempeñar un papel activo en el apoyo al gobierno del Líbano para que se mantenga independiente de la influencia de Hezbollah. La ayuda financiera, el apoyo militar y la legitimidad internacional deben estar condicionados a que el Líbano adopte medidas mensurables para cortar los vínculos con Hezbollah. Es contradictorio enviar ayuda a las fuerzas armadas del Líbano mientras Hezbollah, en la práctica un Estado dentro de otro Estado, socava la propia seguridad del Líbano.

Más allá de las implicaciones de seguridad para Israel, el poder sin control de Hezbollah tiene consecuencias devastadoras para el propio Líbano. El pueblo libanés enfrenta dificultades económicas, inestabilidad política y la amenaza constante de convertirse en daño colateral en las campañas terroristas de Hezbollah contra Israel. La participación de Hezbollah en la guerra civil de Siria, a instancias de Irán, llevó al Líbano a conflictos regionales que solo exacerbaron la agitación interna y la angustia económica. El Líbano no puede prosperar si sigue encadenado a la agenda de Hezbollah e Irán, una agenda que prioriza los intereses extranjeros y las guerras religiosas sobre la prosperidad libanesa.

Hay quienes dentro del Líbano se oponen a Hezbollah y abogan por un Líbano soberano que pueda prosperar de manera independiente. Sin embargo, sin un esfuerzo concertado de la comunidad internacional para presionar al gobierno libanés, estas voces son demasiado débiles y corren el riesgo de ser ahogadas. La comunidad internacional debe dejar en claro que el futuro del Líbano como nación pacífica y próspera depende de su voluntad de enfrentar la presencia desestabilizadora de Hezbollah.

Como ciudadana israelí que vive en el norte, comprendo profundamente el deseo de calma y seguridad. Pero esta calma no puede ser superficial ni puede lograrse mediante soluciones falsas. Israel tomará las medidas necesarias para proteger a sus ciudadanos, pero también debemos instar al Líbano a reconocer que Hezbollah es un impedimento para su propia estabilidad y futuro.

Hay que despojar a Hezbollah de su legitimidad política. Sólo entonces podrá el Líbano recuperar su soberanía, y sólo entonces podrán Israel y el Líbano buscar un futuro más seguro.

 

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¿Cómo liberarse del yugo de Hezbollah?

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